China representa 'El Quijote' con flamenco y Miguel Bosé


Podría ser el Almodóvar chino, con faz de carrillo generoso y melena alocada. También por su gusto heterodoxo y la apuesta por el humor y el equívoco sexual. Pero la única relación del director de teatro Meng Jinghui con La Mancha se llama Don Quijote, obra que ha adaptado para la escena y que esta semana estrenó en Shanghai, de la mano del pabellón español de la Exposición Universal.

"Hoy en día, tanto en China como en el resto del mundo, cada vez hay menos gente con sueños, con imaginación. Sin embargo, mantenerse un poco loco siempre será bueno", dice. Y una vez vista la representación, hay que concluir que el disparate ha de ser una de las bellas artes.

Dentro de la Compañía Nacional de Teatro, Meng es uno de los nombres más reputados, sobre todo por su capacidad para transgredir los férreos códigos tradicionales sin perder un ápice de gancho popular. Muy vinculado al absurdo europeo de autores como Eugene Ionesco o Samuel Beckett, de quienes ha dirigido algunas de sus obras mayores (de La cantante calva a Esperando a Godot), era sólo cuestión de tiempo que recalara en el personaje cumbre de la literatura española.

Y como aquel, que veía gigantes donde molinos, Meng imaginó actores de carne y hueso donde había papel y tinta. También hombres travestidos, el Concierto de Aranjuez, taconeo flamenco vario (en lugar del trote rocinante), rasgao de guitarra, Bésame mucho y la Sevilla de, sí, Miguel Bosé... en versión a dúo con Amaia Montero. Inclusiones todas fruto de un viaje por la piel de toro en el que "comimos fabulosamente y bebimos hasta el hartazgo", que empezó por la ruta manchega y acabó en las playas de Barcelona.

"En el estreno en Pekín, todo el mundo pensaba que iba a ver un clásico, pero tras los títulos de crédito se dieron cuenta de que era otra pieza loca de Meng Jinghui", comenta divertido. En efecto, su apuesta es más ecléctica que vanguardista, fascinada por las proyecciones y el neón.

El humor no duda en caer en el trazo grueso y la transgresión sexual, para alborozo del ruidoso público de Shanghai, sorprendentemente familiar (por la numerosa chiquillería). Si bien no oculta una historia sustentada desde la oposición entre la masa y el individuo (Don Quijote), que suele ver sus deseos frustrados por la sociedad.

¿Es esa la China de hoy? ¿Un país que cercena los sueños de sus ciudadanos en aras del crecimiento material a golpe de PIB? "Hoy en día, muchos chinos no saben quiénes son, incluso yo mismo no sé quién soy", asegura el director. "La historia de este país es tan larga y pesada que nos perdemos en el limbo entre la realidad y el deseo. Este país necesita más Quijotes", gente con la voluntad de luchar por lo que cree, aunque esté sólo en su cabeza, defiende.

Más contemporizador, Guo Tao, que interpreta a Alonso Quijano, matiza que "el hecho de que hoy se pueda representar esta obra tan antigua pero hecha de forma tan rupturista dice mucho de lo que ha avanzado esta sociedad. Nos hemos abierto de mente". Dos visiones que parecen complementarse, como Don Quijote y Sancho Panza, explica Tao: "Sólo con ellos dos en común se construye una persona, con la locura y con la necesidad, que es igual en todo el mundo".

Meng, que se confiesa admirador de Pedro Almodóvar ("lo he visto todo, ¡hasta las primeras!", dice con orgullo), prepara ahora el estreno de un texto original sobre la transexualidad. Sueña con montar al dramaturgo Bertold Brecht, precisamente por la carga política de sus textos, para que el teatro sea como "tirar una piedra a una charca de agua muerta" y "despertar a la gente medio dormida". Pero también dedicarse a los dibujos animados para un público adulto: "Me encantaría hacer Los Simpson chinos".

Fuente: Ángel Martos (www.elmundo.es)

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