Las entrañas del Cirque du Soleil


El montaje durante ocho días de la carpa del Cirque du Soleil en Barcelona para acoger la representación de Varekai ha sido un verdadero desfile de números: el Grand Chapiteau, donde se celebran las actuaciones, tiene un diámetro de 50 metros y su capacidad es, nada menos, que de 2.500 espectadores. Se han necesitado 70 camiones para transportar las casi 1.000 toneladas que pesa el equipo desde su anterior escala, Zurich, donde ha tenido que programar funciones extraordinarias. Un éxito que en buena parte quizá derive de que Varekai - que en romaní, la lengua de los eternos nómadas, significa en cualquier lugar,y que desde el viernes se podrá ver en Barcelona, en la plataforma del zoo marino, junto al Fòrum- es un homenaje al circo de siempre, con muchos profesionales de las artes bajo carpa a los que han telefoneado para que trabajaran en él.

Un homenaje a la tradición circense con números como el de los juegos de Ícaro o los columpios rusos que, más allá del colorido de los 130 trajes, de la poesía del escenario formado por 300 altísimas varas que evocan a los árboles de un bosque y de la mágica pero leve historia que hila las diferentes actuaciones, dejan al espectador literalmente boquiabierto, con el espíritu maravillado de un niño pequeño ante lo que parece imposible y, aun visto en vivo y en directo a escasos metros, se antoja apenas un sueño. Cierto que la iluminación, la música en directo - mezcla de rituales hawaianos, melodías armenias, gospel y canciones trovadorescas-y el argumento de Dominic Champagne - director del show-,en el que un joven Ícaro cae desde su vuelo a un mundo desconocido y extraordinario, donde vivirá aventuras con criaturas fantásticas e incluso encontrará el amor - y se transformará-,ayudan a la apabullante sensación onírica.

En el interior de la gran familia. Y tras ver el triple trapecio, los increíbles malabares del mexicano Octavio Alegría - capaz de poner a girar en el aire pelotas de ping pong incluso con la boca-,la sorprendente flexibilidad de Irina Naumenko - que logra contorsionarse hasta lo indecible sobre dos bastones-,la prodigiosa danza sobre muletas del discapacitado alemán Dergin Tokmak, las oscilantes evoluciones sobre el escenario de las correas aéreas, la habilidad de los niños chinos con los meteoros de agua o las divertidas dificultades de los payasos, también se antoja entrar a un universo distinto caminar por el interior de algunas de las carpas que conforman este espectáculo que lleva en gira nada menos que ocho años. Además del Grand Chapiteau y de la carpa contigua que sirve de enorme entrada, hay otra carpa, la artística, que parece el gran salón de una familia muy peculiar. En ella los profesionales tienen desde su espacio para ver la televisión hasta conexiones a internet, máquinas de gimnasio o un apartado para el maquillaje que incluye una gran nevera para conservar los productos y por el que hay colgado todo tipo de trajes a los que hay que hacer pequeños arreglos. Y decenas de bobinas de los colores apropiados y una máquina de coser. También tienen una zona central para ensayar. Pero no necesariamente para que los artistas practiquen sus números, que llevan años repitiendo. Cuando los periodistas barceloneses invadimos la privacidad de la carpa artística en Zurich, son unos rusos los que están probando con el número de los juegos de Ícaro, realizado porlos hermanos Santos, que han sufrido unas cuantas lesiones los últimos tiempos, lo que no sorprende viendo su dificultad. A los rusos les queda mucho para imitar a los madrileños, que, tumbados boca abajo sobre un asiento inclinado, hacen girar en el aire a los compañeros usando sus piernas como catapultas. Y provocando el delirio.

Escuela a bordo. Y cerca de donde ensayan los jóvenes rusos están, en una mesa, los niños chinos que protagonizan las acrobacias del número de los meteoros de agua. Tienen sus propios profesores. De hecho, con el espectáculo Varekai viajan tres profesores a tiempo completo y hay 12 alumnos: de las 170 personas en la gira - 56 son artistas-hasta 35 son cónyuges e hijos de los empleados. La casa va a cuestas. Incluso tienen a cuatro cocineros. Por cierto, los artistas cobran de 125 a 1.000 euros por función, dependiendo de su número y de las veces que aparezcan.

En Babel... en ruso. ¿En qué idioma se comunican en este Babel de 20 países? La payasa argentina Mercedes Hernández dice que el idioma decide mucho la composición de los grupos. Hay un gran contingente de artistas que provienen de los países de la ex URSS, donde había una gran tradición circense, y el ruso es uno de los idiomas hegemónicos, aunque hay grupos de muchos otros, de inglés a chino, italiano, portugués o castellano. Hernández es una de las últimas en incorporarse al espectáculo, sólo lleva diez meses, pero con su papel de payasa algo incompetente cautiva al público. La llamaron al verla en el vídeo de un compañero que se postulaba, y cuenta que ha tenido que adaptarse a un papel ya establecido pero que le gusta mucho. La noche anterior sacó a alguien de la audiencia para su número. El hombre, trajeado, parecía actuar cada noche. "No estaba preparado, intento elegir a alguien que vea ni muy tímido ni muy lanzado. Mi papel es que la gente se identifique con la humanidad del payaso frente a las cosas increíbles que hacen los artistas". Una de ellas, la contorsionista Naumenko, ofrece una última clave para comprender que tanta gente se embarque tanto tiempo en una gira por el mundo: "Es difícil gestionar la vida personal porque el Cirque du Soleil es como un gran pueblo más que como una gran familia. Pero amo con suficiente locura el circo como para estar aquí.

Fuente: Justo Barranco (www.lavanguardia.es)

No hay comentarios:

Publicar un comentario