El Festival de Edimburgo mira a Asia


El festival de Edimburgo se desplaza al Extremo Oriente. O quizá, dados los tiempos que corren, en realidad son los artistas asiáticos los que se están desplazando desde el nuevo centro del mundo, Asia, al Extremo Oriente acudiendo a Edimburgo, como apunta el director del popular festival escocés, el australiano Jonathan Mills. Y es que en un mundo en el que EE.UU. y la UE se desangran día tras día en los mercados internacionales sin aparente capacidad política para cambiar la situación, mientras, paralelamente, Asia asciende a pasos agigantados hacia la hegemonía global, el Festival de Edimburgo de este año, dedicado al Extremo Oriente asiático, a China, Japón, Corea del Sur, India o Vietnam, "en realidad no habla solamente de gran arte –dice Mills–, sino del mundo en el que estamos viviendo".

Y en ese sentido, subraya Mills, el festival, que comienza este viernes y se prolongará hasta el 4 de septiembre, pretende replantearse tanto la posición que actualmente ocupa Europa en el mundo como "desafiar la visión eurocéntrica tan prevalente en Occidente en un momento en el que el poder económico está cambiando de lado". Por supuesto, no es óbice que Mills diga que piensa cuestionar los tópicos sobre exotismo y orientalismo para que a la vez pregone a los cuatro vientos que este año el festival muestra parte de la más selecta música, danza y teatro de Asia, de modo que será "exquisito y espléndido" y que "intoxicará a la gente con su deslumbrante belleza". Quizá es la parte del tópico que es verdadera. O quizá, como el yin y el yang orientales, ambas cosas son no sólo compatibles sino inseparables.

En fin, Mills incluso ha echado mano de la fulgurante y decisiva revelación que el compositor Claude Debussy sufrió al descubrir el sonido de las músicas orientales y, especialmente, de un gamelan javanés en la Exposición Universal de París de 1889 para referirse a los efectos que espera que tenga su programa de este año en Edimburgo.

¿Y cómo piensa lograr esa revelación y a la vez reflexión? Por un lado, con algunos de los mejores grupos artísticos del Extremo Oriente. Grupos que, en algunos casos, interpretarán clásicos occidentales, como La tempestad de Shakespeare a cargo de los coreanos de la Mokwha Repertory Company y ambientado en el antiguo reino de Silla, en la península coreana del siglo V. O como El rey Lear a cargo del Contemporary Legend Theatre taiwanés en el que un actor protagoniza todos los papeles.

Pero también uniendo continentes con obras como Las mil y una noches –en la que el británico Tim Supple dirige un reparto completamente árabe– o Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, la historia de detectives, matrimonios que se desintegran y secretos de la Segunda Guerra Mundial de Haruki Murakami adaptada aquí por Stephen Earnhart y Greg Pierce con actores japoneses y estadounidenses de origen asiático. O, claro, con The peony pavilion, que aunque está protagonizada por el Ballet Nacional de China y su orquesta sinfónica, y aunque la historia de amor es una de las más famosas de la literatura china, une la danza tradicional de ese país con el ballet clásico occidental. O con Re-Triptych, en el que el coreógrafo neoyorquino Shen Wei reinterpreta viejas historias de la cultura china a través de la danza moderna. También combina danza contemporánea con música y vestuarios tradicionales Princess Bari, de la compañía coreana Eun-Me Ahn.

Y una vía más de lograr sus objetivos es para Mills revisar las fantasías que los occidentales han tenido sobre Oriente, algo que se materializará especialmente en el apartado operístico, un mundo que, dice Mills, en sentido genérico pertenece tanto a Europa como a China, y en el que habrá tanto versiones de concierto de obras exóticas –el Orlando Paladino de Haydn, laThaïs de Massenet o El paraíso y la peri (una criatura mitológica persa) de Schumann, que será el concierto inaugural– como tres grandes producciones escenificadas que van en la misma línea de unión de mundos: el Mariinsky, dirigido por Valery Gergiev, protagoniza La mujer sin sombra de Schumann, y la Vlaamse Opera la Semiramide de Rossini, que en este caso tiene una puesta en escena tan contemporánea que está ambientada en los últimos días de un régimen dictatorial árabe. Por si faltara algo, la Shanghai Pekin Opera Troupe se ha propuesto ofrecer al público del festival una particular versión de Hamlet que no olvidarán fácilmente: The revenge of prince Zi Dan combina drama, danza simbólica, un canto tocado por la gracia, mimo, artes marciales y un vestuario simplemente deslumbrante. El apartado musical no se dedicará solo al Extremo Oriente, pero también lo incluirá: desde Ravi Shankar a la Filarmónica de Seúl, la guitarrista Xuefei Yang o, por supuesto, un gamelan como el que fascinó a Debussy, la orquesta del palacio real de Yogyakarta.

Fuente: Justo Barranco (www.lavanguardia.es)

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