"Mis experiencias como bailarín están aquí"

Si hay multitud de vivencias que, inevitablemente, hacen una muesca en nuestro recorrido, el ver la muerte de frente debe de marcar la más profunda. Al menos debe de ser capaz de cambiar la perspectiva con la que miramos. Para Víctor Ullate el resultado de varios infartos que le pusieron frente a frente con la 'parca' se concretó en Samsara, una coreografía de gran belleza que viaja hasta el Oriente para recordarnos que más allá del yo están los otros. La obra, estrenada en 2006, regresa a los escenarios (esta vez al de la Sala Roja de los Teatros del Canal, con el tercer elenco que la representa) para que, según la intención de su creador, los espectadores reflexionen en los demás: "Mis experiencias de tantos años como bailarín, están aquí".


Ullate recuerda cómo, en aquellos días, "tenía muchas cosas que decir porque vivía unos momentos complicados". Mientras esperaba su operación, imaginó los lugares lejanos como la India, Egipto o Nepal por los que había pasado poco antes y lo que sus gentes le habían enseñado. No quería perder la oportunidad de compartir esas vivencias, "antes de que me volviese a ocurrir algo similar". Y la reacción del público ha sido "siempre maravillosa", asegura."Si he de pasar momentos difíciles para hacer cosas así, me podían pasar más a menudo", bromea el coreógrafo y maestro, uno de los mayores defensores de la danza en nuestro país, un terreno bastante baldío para este arte.
Y aunque no se pueda comparar, estos días tampoco son para él de mucha celebración. La Comunidad de Madrid, que es la que sostiene su compañía, le ha informado de que tendrá que haber nuevos recortes. En los últimos dos años, el presupuesto se ha reducido en unos 500.000 euros y Ullate se pregunta cómo se puede mantener así a flote a 27 bailarines y al cuerpo técnico. La cultura no parece casar con los tiempos de crisis, un error de bulto según cree Ullate: "Me gustaría que los políticos se interesasen más. Están muy pendientes de cómo hacer para que todos bailemos al son de ellos. Si los que nos dirigen tuviesen una inclinación hacia la cultura, un país podría cambiar muy fácilmente".
Rememora cómo los grandes maestros siempre se interesaron en el folclore español pero nosotros hemos preferido dejarlo de lado ("Lo cedemos todo, somos muy generosos") y le apena que los bailarines de nuestro país tengan queviajar lejos para que se les reconozca su trabajo. Él también lo hizo, a Bruselas, con Maurice Béjart. Pero, después de tantos años de trabajo, le gustaría que la situación hubiese cambiado y que no hubiera ocurrido que otros de sus alumnos con tanto talento como los que se marcharon se hayan quedado sin el reconocimiento que alimenta a los artistas.
La base, como para casi todo en la vida, señala, está en la educación y si los niños se acostumbran a sentarse en una butaca será para ellos tan habitual como apretar con fuerza los botones de la consola. Por eso, 'Samsara' también tiene funciones matinales reducidas para que los más pequeños disfruten con los bailarines: "Ver un teatro lleno de niños es como la esperanza, da mucho placer. Pueden entrar en un mundo diferente que les ayude a ser mañana más felices y aburrirse menos, porque es mágico". Cómo mágicas son las frases que, en el escenario y a modo de mantra, a veces se mezclan con escenas difíciles de digerir pero desgraciadamente habituales. Un ejercicio con tantos desafíos como olvidarse del yo y pensar en los demás.
Fuente: Virginia Hernández (www.elmundo.es)

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