Steve Jobs, ya tiene monólogo



Apenas unos días después de su fallecimiento, Steve Jobs ya ha subido a escena. Lo ha llevado Mike Daisey, un monologuista que se define a sí mismo como «actor, autor, comentarista, dramaturgo y vago en general». El título de la obra, estrenada esta semana en el Public Theater de Nueva York, es Agonía y éxtasis de Steve Jobs. El estreno estaba previsto desde mucho antes de la muerte del fundador de Apple, el pasado día 5. «La mayoría de nosotros -ha explicado Daisey- sentimos una profunda intimidad con la muerte de Steve, porque el lenguaje de los diseños de Apple se confunde con las propias obsesiones de Jobs; en realidad, la historia particular de muchas personas con Apple ha sido una conversación de décadas sobre el diseño industrial con el propio Jobs».

Pero no se trata de un panegírico del creador de Apple, sino una ácida crítica del mundo industrial a través de las fábricas de la marca en China. Según Daisey, «este momento es una buena oportunidad para rascar la superficie y profundizar en nuestra relación con Steve Jobs, sus dispositivos, nuestra labor, y China. Vivimos de espaldas a esa realidad, que tanto nos perturba, hasta el punto de que creemos que todos esos aparatos las crean etéreos elfos en una especie de fábricas de Willy-Wonka para así no pensar en el alto coste humano que sabemos que hay que pagar».

Daisey viajó a China para conocer personalmente las fábricas donde Apple crea sus ipods y sus iphones; reconocido admirador del trabajo de Jobs -«soy un partisano de Apple», llega a decir-, el actor confiesa en el monólogo, según cuenta el crítico de AP Mark Kennedy, su desilusión por las «condiciones inhumanas» de los trabajadores que fabrican dichos aparatos.

Con un humor ácido e implacable, sigue la crítica, Daisey -a quien ha dirigido Jean-Michele Gregory- habla de cómo Steve Jobs ha conseguido entrar en nuestras vidas gracias a su ingenio creativo y lo mezcla con el relato de su visita a las factorías chinas. «El nuevo espectáculo de Daisey -escribe Kennedy- puede ser el único lugar de la ciudad donde usted podrá reprimir su deseo automático de encender su teléfonoal acabar la función, y no querrá admitir que tiene uno».

Fuente: Julio Bravo (www.abc.es)

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