De postre pido la separación



Quien niegue que alguna vez no hubiera deseado poder perforar un pequeño agujero por el que espiar las situaciones ajenas sin ser visto probablemente miente. En Cosas que hoy decíamos, que se estrena el 25 de abril en el Teatro Abadía de Madrid (donde se mantendrá hasta el 13 de mayo), lo ponen aun más fácil que todo eso: solo hace falta asistir a la función para poder –pongámoslo sin paños calientes- cotillear las reacciones y aspavientos de tres parejas en plena crisis sentimental. Porque de dónde mejor se puede aprender, que de los errores (de otros, claro).
Concebidas como tres relatos independientes, tragicómicos, las escenas tienen en común el contexto: todas se desarrollan en sendos restaurantes, en público. Tras un cristal, el decorado cambia de un límpido comedor japonés, a una asfixiante taberna mexicana, a una refinada brasserie francesa. Y al otro lado, los espectadores observan a sus anchas cómo las relaciones de los protagonistas se desmoronan.
Escrita por el dramaturgo y cineasta estadounidense Neil LaBute, autor de funciones como En un bosque, oscuro y profundo y películas comoUn funeral de muerte, la obra llega a Madrid de la mano del director Julio Manrique, que ya la representó en 2010 en la Sala Beckett y el Festival Grec de Barcelona. Las tres piezas sobre las que se articula la función, cuenta Manrique, giran en torno “al amor, la fidelidad y la lealtad, pero desde un punto de vista único, en el que LaBute juega con el mecanismo de la crueldad, con la mala leche”.
La primera de ellas, Romance, “ocurre probablemente en Tokio, probablemente en una noche lluviosa, con una pareja gai que hace tiempo que no se ve”. Las furias, la segunda, “es una pieza más chillona, más almodovariana, insólita, en torno a una chica que quiere romper su relación con un chico tan inseguro que aparece a la cita con su hermana”. La última, Helter Skelter (una expresión que describe un estado de caos y confusión y que, como el título Cosas que hoy decíamos, hace referencia a una canción de los Beatles), “se desarrolla en un restorán muy elegante y chic, con una pareja burguesa que descubre algo que les va a hacer pasar un mal rato”. 
El origen del proyecto, según explica el director, se remonta a un taller que se celebró hace tres años en el Obrador, un espacio de la Beckett en el que participaba el LaBute. Allí, el autor se topó con Cristina Genebat, que había traducido y actuado en varias de sus obras (y que es también actriz en esta, que igualmente ha trasladado del inglés tanto al catalán como al castellano). Impresionado al ver a alguien tan involucrado con su trabajo, le envió, “con gran generosidad”, varios textos cortos, que se sumaron a otro que había escrito en el taller del Obrador. “Cuando Cristina me enseñó los textos, nos pusimos a pensar en la manera de convertirlos en una obra que no fuera una muestra de teatro breve, sino una pieza completa”, explica Manrique. “Entonces nos dimos cuenta de que todas las situaciones transcurren en un espacio público, y ahí es donde se nos ocurrió la idea de enmarcarlas en restaurantes”.
Con siete actores sobre el escenario -Mireia Aixalà, Cristina Genebat, Oriol Guinart, Ivan Benet, Xavier Ricart, Andrew Tarbet y Ernest Villegas-, que participan alternativamente en las tres historias, bien como protagonistas o bien como secundarios, la función compone, señala el director, una “comedia muy amarga, con zonas oscuras e incómodas, con las que cualquiera de nosotros puede identificarse”. Quizá ahí resida el interés: en que, a través del agujero, lo que uno vea sea el reflejo de sí mismo. “Hay obras y autores como LaBute que se dedican a hacerte pasar un mal rato, que te hacen reírte hasta de tu sombra. Pero eso es algo que es siempre positivo. Y útil”.
Fuente: Silvia Hernando (www.elpais.com)

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