La sombra que ilumina a Peter Brook

Más allá del tópico de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer habría que decir que lo que sí que hay detrás de casi todo gran hombre es un rasgo común: la generosidad. Esa escasa cualidad que permite a los verdaderos genios olvidarse de sí mismos para aprender de los demás. Ese es Peter Brook y por eso, Marie-Hélène Estienne lleva casi cuarenta años trabajando a su lado. Colaboradora habitual de sus montajes y su brazo derecho durante décadas, la francesa es codirectora junto al célebre director británico y el músico polaco Francz Krawcyyk de El traje, la obra que anoche inauguró en los Teatro del Canal una nueva edición de Festival de Otoño en Primavera.

"El teatro me gustó siempre, desde niña quise ser actriz", recuerda Estienne. "Pero me casé muy pronto, a los 16 años, y mi marido murió cuando yo era muy joven, a los 24. Entonces entré en un momento complicado de mi vida. Yo era periodista de arte, pero el arte me aburría. Luego empecé a hacer reseñas de teatro, pero el teatro me aburría también mucho. Hasta que conocí a Peter y dejé de aburrirme. Con él nunca se sabe qué ocurrirá el día después y solo puedo decir que trabajar a su lado es lo más fascinante que nadie puede imaginarse".
Estienne entró en la compañía como agente de prensa, pero en los alrededores de Brook, casado desde los años 50 con la actriz Natasha Parry, la creatividad florece con libertad. "Tuve la oportunidad de ser asistente en una obra y poco a poco empecé a crecer. Peter no se parecía a nada. No dirigía una compañía, tenía un taller de trabajo en el que todos participábamos".
Las palabras de Estienne provocan una secreta envidia, que ella se niega a calmar reconociendo que, como en todas partes, cuecen habas: "No. La verdad es que nos peleamos poco. He sido realmente afortunada por encontrarle. Ni siquiera ahora, que formamos un trío con Franck Krawcyk, han surgido problemas. Quizá nuestra manera de trabajar es muy rara y quizá existe un secreto: no creemos en nosotros, no estamos orgullosos. Solo caminamos hacia delante. Pero, además, ¿le confieso algo importante? Peter es un gran ser humano. Y eso y solo eso es la base de todo su trabajo".
El giro musical que ha dado en los útimos años el trabajo de Peter Brook se debe directamente a la influencia de Marie-Hèlene Estienne, quien con los años ha asumido más y más peso dentro de la dirección. Todo, recuerda ella, empezó con la versión de La flauta mágica y ahora sigue con El traje, una obra inspirada en el autor surafricano Can Themba que mezcla a Shubert con Billy Holliday o Miriam Makeba. Sobre el escenario ni un intérprete de la misma nacionalidad. Debajo de él, en el equipo técnico, tampoco. La generosidad de Brook, su humanidad, no se limita a eliminar barreras entre géneros y jerarquías. Su humanidad necesita aprender de todas las culturas porque su teatro se construye en tierra de nadie. Esa tierra en la que, por ejemplo, elMahabarata, ese enorme poema épico en el que se basa uno de sus más célebres montajes, se convierte en territorio común para hombres y mujeres de todos los continentes.
El traje es un drama sencillo y perfecto. Una infidelidad, en el contexto de un país opresivo, con la tortuosa presencia del traje de un hombre vacío. Pero lo que desmonta la obra y la convierte en algo excepcional es algo aparentemente contradictorio con cualquier tragedia: el humor, ese que convierte esta pieza en una obra llena de contagiosa vida. "Hasta en los peores dramas, hay risa", dice Estienne. "Reírse siempre es una buena idea. Las obras de Can Themba tienen mucho humor porque el humor es necesario en los peores momentos. El humor es una manera de sobrevivir".
Los años, inevitablemente, dan más vuelo al trabajo de Estienne. Ella, asegura, no lo agradece: "Peter está cada vez más mayor. Pero no siento que, por eso, tenga yo ahora más libertad, al revés, solo estoy más sola".
Fuente: Elsa Fernández-Santos (www.elpais.com)

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