Varietés contra la depresión



Font: Alberto Ojeda (elcultural.es)

Parece que en 2013 la economía tampoco nos va a dar muchas alegrías. Ya son varios años estancados en esta depresión de las finanzas que, inevitablemente, tiene su correlato en el estado anímico de los ciudadanos. En estos tiempos, la diversión y el entretenimiento se convierten en puro oxígeno, para poder respirar alegremente, si quiera por un rato. Es lo que ha pensado la compañía Tres tigres, que como cabeza pensante tiene al autor y crítico teatral Ignacio García May (Madrid, 1965). E impulsados por este objetivo han puesto en marcha Tres Tiki tigres, un espectáculo de variedades en el más estricto sentido del concepto: por el Teatro la Cuarta Pared circularán desde esta noche (y todos los próximos domingos del mes de enero y febrero) trampecistas (sí, sí, de trampas), hombres invisibles, faquires, malabaristas, magos, trapecistas... 

"Con una salvedad: que las tres personas que nos subimos al escenario no tenemos ni idea ni de magia, ni de trapecismo, ni de malabarismo...", apunta García May. Las deficiencias técnicas han sido suplidas en este caso por grandes dosis de imaginación y "por las ganas de responder a esta época antipática con el desafío de la carcajada". La filosofía es: me dan igual los problemas que vengan, a mí me van a pillar riendo. Para el autor madrileño las variedades, el music hall, el cabaret, la revista, el vodevil, géneros con una vocación manifiesta de hacer pasar un buen rato al público, "están volviendo a la cartelera, es una tendencia". En su día nacieron como reacción al naturalismo, corriente empecinada en recrear, con objetividad documental, la realidad. 

A juicio de García May, este tipo de espectáculos más lúdicos (sin renunciar por ello a poner puyazos de sátira sobre los desatinos e injusticias de la sociedad y el poder) se van haciendo un hueco en el convulso contexto actual, tan poco inspirador para el gozo y el hedonismo. "Es que entretener, en el sentido más noble del término, se ha convertido en algo fundamental. La gente agradece muchísimo estar una hora sin que le hablen de la crisis. Y los espectáculos que más éxito están teniendo en este momento van por ahí". Piensa, por ejemplo, en The Hole, que ha estado en los últimos meses en el Teatro Calderón. Es algo que, para él, tiene su lógica: "El gran crimen del teatro en los últimos años ha sido olvidarse de que hay algo que se llama público. Ha habido demasiado teatro hecho para gente del teatro. Pura endogamia". 

La idea de sacar adelante un montaje como Tres Tiki Tigres la andaban rumiando desde hacía tiempo. La compañía de May (y de Eduardo Aguirre de Cárcer y José Luis Patiño, sus dos socios) huye deliberadamente de las "líneas reconocibles". En su trayectoria pueden encontrarse obras de aventuras como El hombre que pudo reinar, de Kipling, o más intelectuales como Ibsen tras el cristal, "una especie de documental de La 2 pero en teatro" sobre la vida del dramaturgo noruego. "Hacemos lo que nos apetece, aunque ahora parece que es obligatorio especializarte en una misma cosa, para que te puedan identificar y ubicar rápidamente". El empujón definitivo lo recibieron cuando fueron al Hansa Theater de Hamburgo, acaso el último superviviente de los viejos locales (fue fundado en 1894) creados específicamente para este formato de producciones, y en el que han actuado figuras legendarias como Josephine Baker, Hans Albers, Harry Houdini...

"Nosotros no tuvimos la suerte de ver artistas así pero la visita no decepcionó", señala García May. "Entre los números había uno en el que una pareja de rumanos, haciéndose pasar por bailarines españoles, y vestidos como figurantes de una representación de la Carmen de Bizet, ejecutaban un tango argentino...". Ese batiburrillo estético está también en Tres Tiki Tigres. "Es un propuesta muy moderna, porque así es el mundo de ahora, donde lo que sucede en China o Australia está muy cerca. En esta época no tiene sentido la imposición de estéticas rígidas". Y en ese río revuelto se ha lanzado García May, que esta vez, además, se sube al escenario para meterse en la piel de alguno de esos personajes excéntricos (friquis, como se dice ahora) que hacen aparición en los diez números que componen la obra. Él ha hecho sus pinitos en el mundo de la interpretación ("Tengo incluso un título que dice que soy intérprete"). Pero nunca en un montaje profesional abierto al público. Así que el reto para él es doble. "Vamos a ver". 

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