Una hora para cazar al asesino



Fuente: Tommaso Koch (elpais.com)
Cada semana en un barrio del centro de Madrid vuelve a producirse el mismo delito. Cientos de personas lo saben, ya que han sido testigos de ello. En el fondo, hasta hay páginas web que lo avisan. Y, sin embargo, nadie mueve un dedo para detener al asesino. Ni policía, ni ejército, ni Guardia Civil. Es más, cada semana hay decenas de ciudadanos dispuestos a pagar por un cara a cara con el homicida. Unos 15 por encuentro, en concreto. Porque en la sala donde se representa el espectáculo El psicópata tampoco caben muchos más.
“Es una nueva forma de ocio, el siguiente paso en el teatro interactivo de terror”, cuenta Raúl de Tomás, creador, director y actor del espectáculo que representa. En El psicópata, De Tomás es el doctor Luna, un profesor en neurocirugía que mantiene encerrado al peligroso asesino Draco. Y es, también, el firmante del misterioso correo electrónico que recibe el espectador el día antes del que tenga reservado para el show. El mail incluye hora y lugar de la convocatoria -en el barrio madrileño de La Latina-, además de tres indicios para adivinar la palabra clave que habrá que pronunciar para poder entrar.
Una vez que la portezuela negra se cierra detrás de él, el espectador se convierte en protagonista durante una hora de la truculenta misión: hay que matar a Draco. O, al menos, esa es la idea inicial. Porque entre pasillos oscuros, ruidos extraños y alarmas, el plan puede sufrir imprevistos y causar algún que otro grito, además de problemas éticos. “Me suponía un dilema moral. No sabía cómo decir que no y pensaba: ‘Soy un asesino”, explica Enrique Alpañés, un joven asistente, tras haber tenido que decidir si encender una máquina que electrocutaría a Draco.
Finalmente, escogió encenderla. Aunque hay decenas de otras opciones posibles. “Hay grupos que debaten qué hacer. Algunos se vuelven agresivos por el miedo. Una chica sufrió un ataque de pánico, empezó a llorar y se quiso ir. Y otro se puso a pegarme patadas para que me despertara y nos escapáramos”, relata Rafael Navarro Galán, el actor que interpreta a Draco. Es lo que tiene la interactividad. Por ejemplo, toca al espectador decidir las armas para enfrentarse al asesino. ¿Tortura? ¿Agonía? ¿O una muerte más violenta e inmediata?
“Está bien que dependa del público y que se interactúe. Pero conlleva un riesgo”, asegura Alpanés, tras el espectáculo. Se refiere, en concreto, a dos asistentes que se han dedicado a hablar y soltar chistes durante gran parte de la aventura. Lo que tampoco le ha hecho especial ilusión a Raquel Munilla, en el mismo grupo de espectadores de El psicópata. “Es entretenido y diferente. Pero va bajando el ritmo y la segunda parte es más flojilla”, valora el espectáculo la joven, de 30 años, a la vez que sus dos amigas se muestran de acuerdo. El miedo tampoco es exagerado, según la chica. Aunque así lo quiso su autor: “No es un pasaje del terror. No es susto, tras susto, tras susto. Es una obra teatral”.
Sea como fuere, la fórmula parece funcionar. Y, tras llenar en enero y febrero, El psicópata ya tiene vendidas casi todas las entradas –por cierto, 18 euros, de jueves a domingo- para las próximas dos semanas. Prácticamente, el mismo resultado que cosechó su antecesor, La pensión maldita, que De Tomás y Navarro representaron hace meses en el barrio de Chueca. “No existe un producto que te permita vivir una película de terror de forma activa”, lo explica De Tomás.
De hecho, el dramaturgo ya está trabajando en la siguiente idea: “Estoy pensando en una obra de terror y magia, ambientada en una tienda victoriana donde resida el mal, con objetos que cobran vida”. Entre tanto, seguirán con El psicópata por lo menos hasta junio. Y, en un futuro, quieren convertir la sala madrileña en una “sede”, donde ir rotando distintos espectáculos.
Un proyecto optimista, pese a los tiempos de crisis. O, tal vez, justo por ellos. “Te obliga a buscarte la vida. Tengo una niña pequeña y hay que darle de comer”, relata De Tomás. “La crisis te pilla entrenado. Hace tiempo que es así”, añade Navarro. Aunque ahora lo es más aún. Entre recortes, cierres de salas y subidas del IVA cultural hasta el 21%. Terrorífico.

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