Alfredo Sanzol: "Convoco a mis fantasmas para poder analizarlos"



Fuente: Liz Perales (elcultural.es)

Una de las mejores cosas que le ha pasado al teatro español en los últimos dos lustros se llama Alfredo Sanzol (Pamplona, 1967). Su habilidad y talento para contar en escena breves historias con sentido del humor y con una ternura que nos recuerdan las contradicciones del ser humano han cautivado a la crítica y a los espectadores. Autor prolífico, ha escrito y dirigido nueve espectáculos desde 2002, aunque este año habrá que esperar a que su última obra, Aventura!, llegue a Madrid y a otras ciudades. Escrita por encargo de la compañía T de Teatre, la estrenó en catalán en noviembre y la gira ahora por Cataluña. En Madrid Sanzol vuelve a los escenarios pero con dos trabajos de dirección que recuerdan que él es un autor que conoce la práctica escénica: La importancia de llamarse Ernesto, en el Fernán Gómez (este domingo), y Esperando a Godot, en el Centro Dramático Nacional (19 de abril).

Ha dicho que Esperando a Godot siempre lo tiene a mano mientras escribe ¿qué es lo que tanto le gusta y tan útil le resulta?
Sentí el flechazo la primera vez que la leí. Al principio me divertía la parte más irreverente y caótica de la acción, la aparente confusión que hay en la obra, que la convierte en una locura, pero con los años fui descubriendo precisamente la maravillosa habilidad para construir ese caos, el orden y la precisión que existe en todo, y la fluidez de Beckett para conectar con las contracciones. Lo que más me enganchó es su humanidad. Son personajes que me ayudan a ver la realidad y también a entenderme a mí mismo.

En el pasado, la obra se interpretó como una tragedia total, luego fue exponente del teatro del absurdo y ahora tendemos a verla como una tragicomedia... ¿Cuál diría que es la lectura más acertada?
Estas cosas tienen que ver más con el momento histórico que vive cada sociedad. A lo mejor Esperando a Godot dentro de doscientos años deja de interesar y vuelve dentro de quinientos. Es cierto que desde las vanguardias de inicios del siglo pasado el humor se usa como herramienta de expresión profunda. En ese sentido, es una obra que conmueve con un humor que hace temblar las bases del ser humano. Pone en cuestión lo que nos creemos que somos. Es muy difícil aceptar la materia de la que estamos hechos.

¿Cómo se ha planteado la dirección? ¿Se ha tomado licencias como en La cabeza del bautista?
Yo no me tomo licencias, o al menos intento no tomármelas. Prefiero usar todo lo que está a mi alcance para contar una historia. Esperando a Godot es una gran obra de actores. Todas las grandes obras son grandes obras para los actores. En este caso, para Juan Antonio Lumbreras, Paco Déniz, Pablo Vázquez, Juan Antonio Quintana y Miguel Ángel Amor. Beckett jugó con la figura del payaso para componer estos personajes, pero haciéndolo de manera tal que comienzas a ver en ti lo que hay de clown. No usa al payaso para reírse, sino para que nos riamos de nosotros mismos, para que el público se ría de sí mismo.

Es esta actitud de Beckett frente al humor la que Sanzol emula en sus obras. Porque él también evita burlarse de sus personajes, por muy estrafalarios o ridículos que parezcan. “Del humor me interesa descubrir la risa en el propio dolor. No me interesa reírme del dolor ajeno”.

Los dados de Google
Respecto a cómo escribe, a veces ha comentado que emplea Google para encontrar al azar un tema del que partir, aunque en realidad el proceso es más complejo. “Es un proceso que se inicia por varios caminos al mismo tiempo. No es lineal ni ordenado, sino asociativo. Dice Wajdi Mouawad que una obra es alguien que un día llega a tu casa, le abres la puerta y entra. Estoy totalmente de acuerdo. No sabes cómo ha llegado, ni por qué ha venido, pero cuando llega comienzas a hablar con ella, te conmueve, te divierte. A veces también se tienen visitas cortas. Llegan y se van. Eso es que no ha habido conexión. Cuando se queda, comienzan a aparecer los personajes, la atmósfera, los espacios... Me gusta saber para qué actores estoy escribiendo, pero cuando escribo no pienso en ellos. Así evito caer en las ideas preconcebidas”.

Sacrificio inesperado

¿Es también Aventura! una obra de sketches?
Comenzó siendo una obra corta que se fue alargando. Trata de un grupo de socios y amigos que quieren vender su negocio a una empresa china. He intentado poner sobre el escenario la ansiedad que me produce la situación económica que vivimos. He convocado a mis fantasmas en el escenario para poder analizarlos. Escribí la obra influido por la crisis. El miedo al derrumbe y el acoso de la clase media están presentes. Pero sin yo esperarlo surgió el tema del sacrificio. Algo más ancestral y humano, algo que existe desde siempre. El sacrificio de una persona para salvar a toda la comunidad.

O sea, que la obra calmará a los críticos que le piden que abandone la escritura fragmentaria y entregue una obra única.
Escribo de una manera o de otra en función de la ilusión que me hace y la diversión que me produce. Escribo jugando. No calculo. Si busco la vida, encuentro la forma. Si busco una forma, encuentro la muerte. No puedo decidir de antemano qué forma tendrá la obra. Hay un elemento inconsciente muy importante, ya que la obra decide su propia forma. Cuando comencé a escribir Risas y destrucción [2006] y Sí, pero no lo soy [2008] no quería hacer historias cortas. Días estupendos [2010], Delicadas [2010] y En la luna [2011] me hicieron caso, pero Aventura! iba a ser de sketches y se alargó. Trabajar así da vértigo, pero la confianza en el trabajo me produce mucho más placer.

¿Siente que su voz se distingue de la del resto de sus colegas dramaturgos?
Los dramaturgos formamos parte de una comunidad y somos personas individuales. Es el gran tema de la sociedad: lo común y lo individual. La originalidad absoluta no existe, como tampoco la uniformidad total. Resulta interesante descubrir que un compañero está escribiendo una historia parecida a la tuya y comparar los puntos de vista. Dos personas que han vivido una misma anécdota la cuentan de manera diferente. Cuestión de estilo.

La importancia de llamarse Ernesto es una colaboración con su patria chica. Pamplona... 
Es una producción del Teatro Gayarre con actores que trabajan en Navarra, cuna de grandes obras de teatro. Los proyectos que se realizan fuera de Madrid y Barcelona deberían moverse más. A menudo se levantan grandes montajes que no cuentan con una red de coproducción o de distribución que les permita girar como se merecen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario