El Broadway del barrio


Fuente: Serio C. Fanjul (texto) | Samuel Sánchez (foto) (elpais.com)
“Nos definen como alternativos, no convencionales, marginales, de pequeño formato, off… Nosotros nos definimos como teatros”. Durante los últimos años las callejuelas de Lavapiés y alrededores se han conformado como uno de los centros neurálgicos de la cultura madrileña, albergando una densidad creciente de galerías de arte, librerías o instituciones culturales como La Casa Encendida, la Filmoteca Nacional, el museo Reina Sofía o La Tabacalera.
Y también, y sobre todo, multitud de teatros. La cita del encabezamiento forma parte del manifiesto de la nueva red Lavapiés Barrio de Teatros que fue leído ayer durante la presentación en la sala Mirador, uno de los 15 espacios asociados, que suman un millar de butacas y ofrecen 400 espectáculos al mes.
Con esta iniciativa los teatreros lavapieseros pretenden, entre otras cosas, sumar recursos para contribuir a la sostenibilidad económica de las salas, reivindicar el teatro y la cultura como bien público, promover la creación y el pensamiento contemporáneos y crear nuevos públicos y atraerlos al barrio. Para ello trataran de llevar el teatro a la calle, generar ciclos y festivales o acercar este arte a los más jóvenes. Todo ello sin ayudas públicas y de forma autogestionada. “A la crisis económica, social y cultural que vivimos, oponemos un deseo, una aspiración, una voluntad. Y arriesgamos todas nuestras fuerzas en la búsqueda de una alternativa de creación y difusión del teatro basada en la dignidad”, reza el manifiesto, que ayer sonó en la voz de Eva Varela, de la sala La Puerta Estrecha. “¿Pero es suficiente una reacción individualizada y de supervivencia?”, dice el texto, “¿Basta con protestar? ¿Es suficiente la indignación? No nos sirve de nada un descontento que no se articula colectivamente y que permanece en los límites de la acción individual”.
Por el momento disponen de una flamante página web (lavapiesbarriodeteatros.es) y un abono: a partir de mañana se podrá obtener gratuitamente en las salas y permitirá acceder a promociones y ofertas. También funciona a modo de curioso pasaporte teatral: si uno asiste a espectáculos en cada una de las 15 salas, donde el abono será sellado, obtendrá un descuento de 2x1 durante toda la temporada siguiente. “A partir de aquí desarrollaremos todas nuestras líneas de actividad y estaremos abiertos a todas las propuestas”, dijo Varela.
La idea surgió hace unos siete meses de los actores Juan Diego Botto (programador de la Sala Mirador) y Alberto San Juan (uno de los promotores del Teatro del Barrio) y el dramaturgo José Sanchis Sinisterra (director de Nuevo Teatro Fronterizo / La Corsetería). A través del que cuentan que ha sido un duro proceso de trabajo asambleario, abierto y no jerárquico (están orgullosos de haber llegado a superar escollos y llegar a consensos de este modo), la red fue tomando cuerpo, reuniendo a salas veteranas, como Mirador, con salas muy recientes, como El Umbral de la Primavera; pequeños cafés-librería-teatro como La Infinito con laboratorios de creación, como La Corsetería; además de la participación de espacios no muy lejanos pero geográficamente ajenos a lo que es el barrio como son el Off de La Latina o El Foro de Izab (en el Rastro). Algunas salas cercanas, sin embargo, como son Cuarta Pared, Nave 73, La Usina o Lagrada, ubicadas en la zona de Embajadores y Palos de la Frontera, no forman parte de la red.
Instituciones de mayor tamaño, como CDN, el Teatro Pavón, el Teatro Circo Price o La Casa Encendida apoyarán la iniciativa. La red está abierta a incluir nuevos socios y expandirse más allá de las fronteras del barrio (En el propio Lavapiés hay unas 20 salas, algunas de las cuales no forman parte en la red).
¿Por qué es Lavapiés un barrio tan teatral? “Hay una diversidad cultural que hace que este barrio sea atractivo para los creadores”, dice Andrea Díaz Reboredo, coordinadora de la red. Otra buena razón son los bajos alquileres de la zona, claro. “Puede ser”, opina Sanchís Sinisterra, “debido a la inmigración, que muchos no consideraron buena, quedaron bastantes espacios libres. Hay barrios con muchos teatros pero ninguno con tantos como este”. El dramaturgo, que ya había creado la sala Beckett en Barcelona, llegó a finales de los noventa a Madrid y hace cuatro años abrió La Corsetería/Nuevo Teatro Fronterizo en la calle de Santa María de la Cabeza: “En mis paseos y peregrinaciones por Madrid”, continua, “me di cuenta de que Lavapiés es una especie de metáfora del mundo y sobre todo del futuro del mundo. El mundo será mestizo o no será. En las grandes urbes del planeta diferentes etnias, culturas y lenguas van a tener que aprender a convivir. Y el teatro es una forma de convivencia”. Su espacio no es una sala al uso sino un centro de investigación y creación teatral: “con esta iniciativa buscamos, entre otras cosas, que los productos que salgan de nuestros talleres y laboratorios puedan mostrarse en salas del barrio”, dice.
La tan celebrada proliferación de salas teatrales que se da últimamente en la ciudad también conlleva el peligro de contagiar la euforia que precede al pinchazo de las grandes burbujas. Quizás nos encontremos, pues, ante una burbuja de oferta teatral que rebase la demanda y se hunda. “Puede ya estar pasando, desde que nos empezamos a constituir ya hay varias salas que han cerrado”, dice Díaz Reboredo. “Pero pueden salir más, como setas, de la efervescencia de las escuelas de teatro”, apunta, optimista, Sanchís Sinisterra. Pero, ¿habrá público? “Puede que no, por eso un objetivo es atraer al público. Hay que pensar en el teatro ciudadano, es decir, trabajar con los ciudadanos y contactar con asociaciones de vecinos e inmigrantes”.
Otra sombra que planea sobre el mundo del teatro es la de la precarización de sus gentes: se buscan vías alternativas por la dificultad de acceder a las institucionales, pero no sin pagar un alto precio: “Existe el riesgo de la autoexplotación y también el de hacerle el juego a la deserción escandalosa de los poderes públicos respecto a la cultura. No hemos de dejar de protestar y denunciar esta huida de sus responsabilidades”. De hecho, un objetivo de la asociación es crear un festival del barrio con mejores condiciones que las que dan los festivales institucionales. “Estamos fingiendo una normalidad cultural a base de que los actores rebajen al máximo sus condiciones de trabajo”, concluye Sinisterra.
En uno de los muros del patio de la sala Mirador hay pintado un lema que ha hecho fortuna en los últimos tiempos en boca de Juan Diego Botto: “Cuando el parlamento es un teatro, los teatros deben ser parlamentos”. Ayer los promotores de esta nueva red posaron ahí delante, decididos a hacer teatro de Lavapiés para Lavapiés y el mundo: “La tradición, la multiculturalidad, el activismo político, social y vecinal, la creatividad, la modernidad, y la convivencia como eje, son sinónimos de Lavapiés”, afirma su manifiesto, “no es casual el nacimiento de nuestros espacios aquí, ni de tantos otros pertenecientes a otras artes y artesanías. Nos proponemos formar parte activa de la vida del barrio y asumimos sus señas de identidad como propias”.

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