"Casa de muñecas": el portazo más liberador


Fuente: Julio Bravo (abc.es)
El portazo final con el que Nora abandona la escena en el final de «Casa de muñecas» es uno de los momentos más significativos de la historia del teatro universal, y volverá a vivirse estas semanas -hasta el 7 de diciembre- en los teatros del Canal. Sobre una versión de Jerónimo CornellesXimo Flores dirige una versión del texto de Ibsen protagonizada por Rebeca Valls, que interpreta a Nora. Le acompañan en el reparto el propio Cornelles Teresa Crespo, Manuel Puchades, Miquel Mars María Minaya.
Estrenada en diciembre de 1879 en Copenhague, «Casa de muñecas» fue un texto revolucionario, especialmente por su final, que suscitó una gran polémica. El insólito acto de rebeldía de Nora significaba hacer añicos el papel decorativo que tenía la mujer en la sociedad de la época y, al tiempo, avanzaba los cambios que empezaban a intuirse. 
«Nora Helmer -dice Ximo Flores- es una auténtica heroína, una mujer capaz de amar como pocos y de sacrificarse por los demás en un mundo profundamente materialista, y al mismo tiempo Nora es un puro grito al inconformismo. Su portazo final suscita un anhelo revolucionario más allá del escenario».
«El acto revolucionario de Nora -dice su intérprete, Rebeca Valls- es atreverse a dar el paso. Y para mí ha sido un ejemplo y me ha servido también para dar un paso adelante en mi trabajo con este papel que es todo un regalo para una actriz». El de Nora es uno de los principales papeles femeninos del repertorio -«un icono absoluto del teatro», dice Ximo Flores-y exige de su intérprete una amplia paleta de colores. «Es un viaje fascinante -completa la actriz-: desde la niña que empieza siendo hasta la mujer en la que se convierte; desde la muñeca hasta el ser humano; desde la inconsciencia a la conciencia». 
Según Ximo Flores, el gesto de Nora no es únicamente un acto de rebeldía femenina, sino el símbolo del que el ser humano debe llevar a cabo para salir de la alienación, para romper con el papel que nos exige la sociedad actual. «Cabría denominar “muñecas” tanto a Nora como a su marido, Torvald, ya que éste último, asumiendo su papel patriarcal, también es víctima de una sociedad dictatorial con los roles. Ibsen nos habla de la necesidad de tomar conciencia y de actuar. Nora lo hace, en uno de los finales más hermosos jamás escritos en una pieza teatral. La corrupción, la alienación económica, la descomposición de las estructuras de organización tradicional como la familia, lo absurdo de la justicia y las diferencias de clase dan consistencia y rigor a la obra del autor noruego», concluye el director valenciano.

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