Las ofertas por el Arnau plantean un doble uso: teatro y sala de fiestas


Fuente: Blanca Cia (elpais.com)
El falso techo del teatro Arnau se retiró hace algo más de un año porque parte de él había caído sobre la platea. Ahora queda al descubierto una cubierta íntegramente de madera. Bonita, pero también muy deteriorada. Las butacas de platea están retiradas a un lado de la sala y en los dos pisos de los palcos se ve también alguna que otra intervención de urgencia. Dos tirantes aseguran el lateral de la fachada que da a la plaza Raquel Meller para asegurar las paredes laterales de la nave. En cambio, los dos bares, tanto el de arriba desde el que se ve todo el espacio central del teatro, y el de la planta baja, utilizado en la última etapa del teatro, no tienen muy mal aspecto. Las pintadas en las paredes del escenario dan cuenta de su historia reciente.
El viejo teatro Arnau del Paral·lel de Barcelona, construido en 1903 y que lleva 15 años cerrado, se encuentra en una difícil encrucijada: los que se han interesado por él —lo han visitado varias personas y empresarios del espectáculo —solo le ven rentabilidad si se pudiera hacer compatible algo así como una doble vida: la de teatro propiamente dicho y de sala de fiestas por la noche para poder obtener rentabilidad. Una segunda actividad que “no permite la normativa porque es un equipamiento”, señala el concejal de Cultura del Ayuntamiento barcelonés, Jaume Ciurana, que lleva un mandato entero con la carpeta del teatro Arnau sin resolver. Afirma que sí que hay interés en la centenaria sala, pero que este decae cuando se tropieza con la incompatibilidad de usos.
Y el elevado coste de rehabilitación acaba de quitar las ganas. Un informe realizado en junio de 2011 por los arquitectos Manel Bosch y Antoni Sánchez-Fortún concluye que toda la instalación, especialmente la cubierta y todos los elementos de madera, como las vigas, están muy deteriorados y requeriría de un “estudio exhaustivo de viabilidad y de rehabilitación más que dudoso”. También a modo de conclusión, afirman que la inversión necesaria es “desproporcionada económicamente”. Ese informe fue solicitado por la administración municipal saliente, del socialista Jordi Hereu que compró el teatro en la recta final del mandato por dos millones de euros a la iglesia China.
El Arnau está catalogado dentro del Plan Especial de Protección de Patrimonio Arquitectónico con un nivel de protección que supone, además del mantenimiento de las fachadas, los espacios interiores, la tipología y también los elementos ornamentales, además de eliminar los elementos superpuestos que se han ido añadiendo a la nave central —con una cubierta a dos aguas— a lo largo de sus más de cien años de historia.
El informe hace una propuesta de intervención para volver a dar un uso de sala de espectáculos y también aproxima que el coste mínimo sería de algo más de seis millones de euros. Una cantidad que el consistorio eleva a cerca de 10 millones porque esa cifra no incluye ni el IVA ni otras intervenciones necesarias. Unos recursos que no se han querido invertir a lo largo del mandato. ¿Y en el siguiente? “Ya veremos, hay que ver las prioridades. Pero nosotros preferimos hacer una concesión a largo plazo a un operador y que sea este el que asuma el coste de la obra”, afirma Ciurana. Eso sin contar con la casi total seguridad de que en los trabajos aparecerá parte de la muralla de la ciudad ya que el subsuelo del teatro está en medio del recorrido de ella y a un paso de Sant Pau del Camp que conserva restos de esa construcción.
El teatro forma parte muy importante de la historia del Paral·lel —en 1915 se rebautizó con el nombre de Folies Bergere y durante años se reconvirtió en cine— y es un elemento muy reivindicado. Tanto, que en el último año se ha articulado la plataforma Salvem L'Arnau que ha logrado el apoyo, además de vecinos, de personalidades del mundo del teatro, como Xavier Albertí, director del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) y Hermann Bonnín, director del Espai Brossa, entre otros. “Es el único teatro de barraca que queda y es absolutamente necesario rehabilitarlo para que no acabe cayendo porque si pasa algo así, tendrán la excusa perfecta para hacer otra cosa”, explica Enrich March, uno de los promotores de la plataforma que defiende que el Arnau debería convertirse en un centro cultural y de documentación de la historia del Paral·lel —la memoria del espectáculo y también del movimiento obrero— y en la sede del museo de Artes Escénicas, un proyecto del Instituto del Teatro no nato. “Lo que parece un disparate es tener gran parte del fondo de la memoria del teatro almacenados en Montcada y que solo se pueda ver una pequeña parte en el Mercat de les Flors o cuando se realizan algunas exposiciones como la del CCCB —El Paral·lel, 1894-1939— hace dos años. Eso sin contar con la cantidad de material que tienen todavía vecinos de toda la vida del Paral·lel que se acabará perdiendo sino se hace algo”, concluye.

Por un centro cultural

XAVIER ALBERTÍ
Me parece que no sería ninguna tontería ubicar en el teatro Arnau un centro de documentación e interpretación del Paral·lel. Esto permitiría una reconstrucción con criterios históricos de uno de los pocos teatros que conservan intacta su estructura original (1903), donde se podría combinar una cierta presencia escénica con un discurso expositivo que permitiera seguir el camino que hace Barcelona hacia la cultura de masas a principios de siglo XX.
El Paral·lel sirve para explicar los mapas de la popularización de las ideologías políticas (Lerroux, anarquismo, catalanismo de derechas y de izquierdas, republicanismo...), para entender la ausencia de un modelo cultural en el proyecto de construcción de la nueva ciudad — preocupada por el urbanismo pero sin espacios de representación simbólicos de la sociedad civil y como esta los crea fuera de la articulación del poder oficial— y sirve para ver cómo llega la “cultura de la reproducibilidad técnica” que diría Walter Benjamin: pianolas, gramolas, revistas, partituras, fotografías, cine mudo y orígenes del sonoro...
De cómo se electrifica la iluminación de la ciudad, de cómo se construye el alcantarillado moderno, de cómo se tejen los circuitos del transporte público, de cómo se unifican los barrios obreros, de cómo se absorben las villas vecinas ..... ¡todo ello explicado desde las artes escénicas!
Debería servir para poner en valor un patrimonio único en Europa de teatro musical: cuplé, revista, zarzuela..., repito: ¡único! por su valor de representación sociológica y por sus valores musicales.
Barcelona vive una época de modernidad extraordinaria el primer tercio del siglo XX. La neutralidad española en la gran guerra le posibilita una experiencia única de contacto con las vanguardias europeas y de conectarlas con formas de cultura popular.
Claro que también podríamos tener un nuevo equipamiento escénico renovado, pero me parece que se puede hacer convivir con una mirada lúcida sobre la gran transformación de la ciudad, con sus cafés, ruletas, alcoholes, prostitutas, tangos, panfletos políticos, cupletistas, pinchos, vendedores ambulantes, nuevas arquitecturas teatrales, vodeviles y domadores de leones o de pulgas.
Xavier Albertí es director del Teatre Nacional de Catalunya (TNC).

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