La escena es cosa de niños


Fuente: Manuel Morales (elpais.com)
-¡Maaamiii! (una niña saluda a su madre con la mano).
-¡No te quites el abrigo, que coges frío! ¿Quieres ahora el yogur? (pregunta la madre unas filas más atrás).
Se hace la oscuridad y comienza la obra La niña que vivía en una caja de zapatos, de la compañía catalana Zum-Zum Teatre. Está protagonizada por la pequeña Julia, que vive en un mundo seguro pero aburrido, hasta que encuentra un lápiz mágico con el que dibuja una puerta para ver mundo.
Es una de las 150 funciones que componen la programación de la Feria Europea de Artes Escénicas para Niños y Niñas (FETEN para los amigos), en Gijón. A esta 24ª y lluviosa edición han acudido, desde el pasado sábado y hasta mañana viernes, 72 compañías de teatro (seis de fuera de España y el resto de 15 comunidades autónomas) para mostrar su repertorio y conseguir un contrato. Cerca del 80% lo logran cada año, subraya la directora artística de FETEN, Marián Osácar.
Ese carácter ferial de compraventa ha atraído a la ciudad asturiana a unos 600 profesionales del sector: actores, directores, programadores, distribuidores… “Entre las propuestas hay danza, musicales, teatro de objetos, títeres, circo, clown, magia, ópera… que se representan en 21 espacios de la ciudad, incluidas plazas y calles”, añade Osácar. La organización calcula que a los espectáculos acuden unos 30.000 espectadores.
El epicentro está en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, con seis salas disponibles. En una de ellas se ha representado una divertida obra de la compañía noruega Konstellasjonen, en la que las tres orondas componentes de la familia Kronkelmonker -”¡qué gordo estás!”, grita uno de los pequeños- viven en un montículo de tierra del que entran y salen, juegan, ríen y lloran.
Los espectáculos de FETEN van dirigidos a distintas edades, desde bebés hasta 12 años y adultos. Eso sí, en las funciones, las primeras filas las ocupan inquietos chavales sentados en el suelo, más atrás, padres con pequeños a los que intentan explicar, por ejemplo, adonde ha ido la pelota que estaba botando en el escenario. Y las siguientes filas son para encargados de la programación de pequeños teatros municipales, casas de la cultura, recintos privados, salas alternativas… que vienen a ver y comprar.
Eduardo López es uno de ellos. Él busca obras que se representarán en el teatro municipal de Medina del Campo (Valladolid). También es miembro de la junta directiva de la Red Española de Teatros y Auditorios, asociación que agrupa a unos 400 recintos de titularidad pública y que celebró ayer jueves una asamblea en la que se debatió cómo programar en tiempos de crisis. “De FETEN podemos sacar más de la mitad del teatro familiar que vamos a dar en la temporada y que representa alrededor de un 30% del total. A las compañías se las suele contratar para un solo día”, apunta.
FETEN, organizada por el Ayuntamiento de Gijón, ha contado con un presupuesto de 239.000 euros, de los que las administraciones local, autonómica y estatal aportan 192.000; el resto es de patrocinadores privados. Desde el pasado junio, los organizadores recibieron más de medio millar de propuestas que cribaron hasta quedarse con las que se ofrecen esta semana. Las mejores son premiadas al acabar cada edición. “Hay mucha variedad, conviven las nuevas tecnologías con la artesanía de las marionetas de hilos. La tecnología se ha convertido en un instrumento más porque estos niños han nacido en la era digital, pero lo importante es la magia, conmover”, explica Osácar.
Un ejemplo de multimedia es Ballenas, historias de gigantes, de Larumbe Danza, exhibida en un repleto teatro Jovellanos (unas 1.000 butacas): cuatro bailarines se mueven como peces en el agua ante una gran pantalla con una película animada. Seres marinos parecen abalanzarse sobre un público con gafas para 3D que grita y ríe. En el otro lado, la sencillez de Giuseppe y Peppina, uno de los ocho estrenos de este año, producido por la compañía El Retablo. Los dos personajes, interpretados por Alba Vergne y Alessandro Terranova, tienen un pequeño circo ambulante en el que cuentan con títeres deliciosas historias como la de Rosa, la domadora de mariposas. “Trabajar para niños es precioso porque les despiertas la imaginación, y un reto, porque no callan y si no les gusta lo que ven te lo dicen con sinceridad”, dice Alessandro tras una función en la que ha habido varios revoltosos que incluso saltaron al escenario, de tan metidos que estaban en la historia.
“Estos espectáculos demuestran que en el teatro familiar hay mayor riesgo creativo que en el de adultos”, según Osácar, “porque no hay una cabeza de cartel que abra las puertas, ni un texto clásico detrás”. Por último, hace hincapié en una evolución hacia un teatro que también trata temas adultos, “como la soledad, el alzhéimer, el acoso escolar, los padres separados, la muerte… lo importante es cómo enfocarlo. Los niños no son ajenos a todo eso y no tenemos que hacer un teatro de colores parchís”.

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