Toda mi vida es el ayer


Fuente: Rocío García (elpais.com) | Foto: Álvaro García

Quién no ha escuchado un tango y ha sentido que lo que allí cantaban era algo propio? Los desamores, los celos, las tragedias, la vida…todo se desliza a través de un tango. “Toda mi vida es el ayer que se detiene en el pasado”. Las palabras del tango Naranjo en flor parecen nacidas para Adentro, la obra de teatro escrita por la argentina Carolina Román y que, bajo la dirección de Tristán Ulloa, se estrena el próximo día 15 en el teatro María Guerrero, del Centro Dramático Nacional. Todo en Adentro suena a tango y a vida. Una familia claustrofóbica llena de secretos y tabúes, de lazos inquietantes y complejos de culpa, un punto amorales, que se dispone a celebrar el cumpleaños de la madre, una mujer cuya demencia le hace vivir con una cierta distancia emocional. Ni la festejada torta con confititos y velas; ni el permiso carcelario del hermano —La Peligro le llaman en prisión—, obsesionado con las cremas hidratantes y el aloe vera; ni tan siquiera la llegada de esa compañera de la hermana, la persona ajena a la familia con la que parece entrar algo de aire fresco en ese ambiente sofocante, sirven para aliviar la tensión soterrada que se vive en una casa cualquiera de un lugar húmedo y caluroso en la provincia de Formosa, al norte de Argentina. Es ahí, en Formosa, donde nace la inspiración de Adentro, protagonizada por la propia Carolina Román en el papel de La Negra (la hija), Araceli Dvoskin (la madre), Nelson Dante (el hermano) y Noelia Noto (la amiga). En la nebulosa, siempre en la cama, la tía Edita, que, a sus 70 años, utiliza las medias de seda para rellenarse el pecho, y un padre, Huberto, mujeriego y parece que bailarín.


“La familia como origen de todo, como origen de cada uno de nosotros, mostrándola sin prejuicios ni juicios, pero mostrándola; unos padres sin culpa porque también han sido hijos de padres sin culpa. Un retrato de una familia con todas las historias que arrastra y que van repercutiendo de padres a hijos, de generación en generación”. Carolina Román se ha inspirado en su propia familia—“la mía es una fuente inagotable de temas”— a la hora de abordar esta obra que dirige su pareja, Tristán Ulloa. “Los que se fueron nunca se terminan de ir, nunca…”. De esa frase que suelta la madre en esa austera y desangelada habitación, con una pobre nevera y una mesita donde descansa el eterno mate, sabe mucho Román. “Como decía Italo Calvino, por más tiempo que uno lleve fuera, siempre vuelve para escribir de lo mismo, de su pueblo, de su gente. Yo tuve que irme para poder verme, reconstruirme y aceptarme a mí y a mi familia. Es un universo en el que me gusta entrar, que me da mucha curiosidad”, añade la autora y actriz, que hasta en la cola del pan busca la empatía y las historias de la gente que aguarda paciente con el talego y el euro, obsesionada con el ser humano y sus contradicciones.


El mate no falta ni dentro de la escena ni fuera. En los descansos de la obra, los actores, todos argentinos, buscan con ansia la infusión de yerba, que succionan lentamente y con ceremonia de la bombilla. Se ríen y comentan las escenas, mientras Ulloa, con absoluta delicadeza, va desbrozando ese camino por el que transcurre esta historia, una coproducción del CDN y la productora Adentro. Ha sido un trabajo en común en el que todas las propuestas han sido necesarias. El texto original de Carolina Román ha buscado y encontrado esa mirada exterior que uno siempre necesita para reafirmarse. “Me encuentro con evoluciones que me sorprenden. Me olvido que soy la autora. Yo escribo, pero sabiendo que es solo una guía de trabajo. A veces escribes algo muy ilusionada, pero cuando lo ves en el escenario te das cuenta de que no funciona. Me gusta dejarme sorprender, y con mis compañeros encuentro cosas más interesantes de las que yo ideé. Hay aportes que no me espero. Si uno es obtuso y celoso, se pierde la aportación del otro que enriquece mucho”, asegura la escritora. Y ahí ha contado con la mirada cómplice de Ulloa para ir depurando la función —“me encanta tomar la historia de otro y hacerla mía. Hay que tener la distancia suficiente para ser objetivo con ella, pero también la proximidad exigible para identificarse con lo que allí se cuenta. Es como alejarse del cuadro para admirarlo en su totalidad, saber lo que es imprescindible y lo que no”— como si de un tango se tratara, cuidando la liturgia y ceremonia y el torrente de armónicos que surgen de esas canciones siempre tristes.
Lo que está claro es que, en el complicado panorama teatral que atraviesa la industria en España, Ulloa se ha buscado un hueco a base de paciencia y tesón. Se ha convertido en motor de sus propios proyectos. Además de director y actor, participa como productor en dos compañías —Teatro del Invernadero (con Mario Gas, Gonzalo Castro y Paco Pena) y Adentro (junto a Carolina Román y Nelson Dante), las dos con el mismo nombre que las obras—. “Yo digo que estoy encontrando últimamente mi oficio, que son mis labores. Es algo que he aprendido en Argentina, donde el que quiere hacer algo lo hace con lo que tiene. Aquí tenemos unas enormes dificultades a las que ha contribuido el abusivo IVA del 21%. He aprendido a ser motor de mis propios proyectos por necesidad y por vocación. Es lo que me gusta y me siento privilegiado por ello. Pero hay algo por lo que no pasaré. Como productor, jamás pediré a nadie que trabaje gratis. El teatro son rosas, pero también pan”. Pan y rosas.
Adentro. Escrita por Carolina Román. Dirigida por Tristán Ulloa. Interpretada por Nelson Dante, Araceli Dvoskin, Noelia Noto y Carolina Román. Centro Dramático Nacional. Teatro María Guerrero. Madrid. Del 15 de abril al 17 de mayo.

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