NEW YORK CITY. PART ONE.


Tranquilos que no lo voy a escribir en inglés, confieso que no sé si sería capaz.

THE LION KING. Domingo 4 de diciembre de 2016.

La primera vez que vi un musical en Londres, hace 4 años, yo que no soy demasiado dada a los musicales, dije que me costaría ver un musical patrio. Después de ver El Rey León en Broadway lo confirmo. Es imposible ver algo así ni en Madrid ni en Barcelona, primero porque no tenemos teatros habilitados para tal ingeniería y segundo no podemos pagar 150€ por una entrada y abarrotar el teatro función detrás de función. Los actores quizás sea la parte más fácil de copiar. 

Musical familiar con una puesta en escena apabullante en todos los sentidos, desde la escenografía, que sale, entra, se esconde, hasta un vestuario que te deja boquiabierto. Pero quizás lo que más me llamó la atención es el uso, en el fondo y en la forma de los títeres. Cómo desde el minuto uno dejas de ver al humano que los mueve y empiezas a ver el animal. Impresionante.

Ni que decir tiene que la música, las canciones que ya conocemos firmadas por Elton John y unas voces espectaculares te dejan sin aliento. Ya sea el mítico Hakuna Matata, que obviamente te sabes en castellano, por la malección establecida en España de traducirlo todo, pero que en inglés combina mejor.

Sin entender nada de inglés, como le pasó algún miembro de mi família, sólo por ver lo que se llega a desplegar en el escenario, es dinero bien invertido. Tendrá que pasar mucho tiempo hasta que vea algo similar. 

THE WOLVES. Texto: Sarah Delappe's. Dirección: Lila Neugebauer. Intérpretes: Kate Arrington, Brenda Coates, Jenna Dioguardi, Samia Finnerty, Midori Francis, Lizzy Jutila, Sarah Mezzanotte, Tedra Millan, Lauren Patten y Susannah Perkins. Duración: 90min. Foto: The New York Times. The Duke on 42nd Street. (Lunes 5 de diciembre de 2016)

Hecho inaudito, obra escrita por una mujer, dirigida por una mujer, protagonizada por mujeres y que habla de lo que le pasa al género femenino. Y sí, había hombres en el público. No era una secta. Juventud, una obra de juventud, con caras muy jóvenes, actrices que en algunos casos no parecen haber llegado ni a la mayoría de edad. 

Un equipo de fútbol europeo, el soccer allá es muy de chicas, se reúne para entrenar y durante los entrenamientos vamos conociendo las personalidades de sus protagonistas, sus miedos, sus anhelos, sus deseos, lo que en algunos casos simplemente parece un cúmulo de hormonas y otras un desarrollo de pequeñas historias con una intensidad sin límites. 

The Wolves más que tener un argumento de presentación, desarrollo y desenlace es un ejercicio de estilo que desarrolla el lenguaje, una verborrea que no cesa, a veces varias conversaciones a la vez, en una sala de pequeñas dimensiones, poco más de cien espectadores por función, un Off Broadway, que ha convencido al público y a la crítica. 

The Wolves es una bomba preparada para estallar, un buen ejercicio, lleno de ritmo que mantiene al espectador expectante y que guarda una sorpresa final. La manera como la dramaturgia te va llevando a su terreno, poco a poco sin revelarte casi nada es excepcional. He visto pocas obras que sin explicarte casi nada te mantengan en vilo de esta manera. Eso sí, si no dominas el inglés, te perderás buena parte del hilo. La atención a la acción es casi tan importante que te olvidas que estás en una sala. Eres tu, ellas y el impulso natural de querer saber de qué están hablando. 


THE NUTCRACKER. 2017 Winter Season New York City Ballet. Lincoln Center. Martes, 6 de diciembre de 2016

Actividad familiar que se salta mi poca disposición a las puntas. Me gusta la danza contemporánea pero no el ballet, y aunque la experiencia fue más que satisfactoria, la danza clásica me sigue sin gustar. Sólo recuerdo haber visto El Cascanueces una vez, y he de decir que no recordaba toda la parte teatral, gracias a esta gran carga interpretativa, superé con éxito no quedarme dormida (dicho sea de paso los días como turista en Nueva York son agotadores).

Pero aunque no me hubiera gustado la representación, el mero hecho de entrar en uno de los teatros del Lincoln Center, David H. Koch (la profesión tira) ya valió la pena la experiencia. Impresionante auditorio, donde la tecnología moderna se atisba a primera vista, pero que en esta ocasión lo moderno no está reñido con la belleza. 

Impresionante también el conjunto de la New York City Ballet Orchestra acompañada del New York Ballet. El despliegue de medios a nivel de escenografía, vestuario, iluminación es absolutamente majestuoso, incomparable con nada que hayan visto mis ojos hasta el momento, y dudo mucho que vuelvan a ver algo similar. Quizás no sea mucho de puntas, pero hay experiencias que vale más vivirlas.

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