BLASTED


de SARAH KANE
traducción ALBERT ARRIBAS
dirección ALICÍA GORINA
intérpretes PERE ARQUILLUÉ, MARTA OSSÓ y BLAI JUANET
duración 1h 45min
fotografías FELIPE MENA
producción TEATRE NACIONAL DE CATALUNYA, TEMPORADA ALTA 2017
SALA PETITA (TNC)

Recuerdo como si fuera ayer, la montaña rusa emocional que me produjo la primera lectura de Blasted. Tal impacto que tuve que leérmelo dos veces (tenía en mis manos la versión original en inglés) porque pensaba que no era posible que estuviera leyendo lo que había leído y que lo había entendido mal. La segunda lectura me confirmó que no, que había entendido lo que leía.

Desde entonces se convirtió en una obra que deseaba que alguien tuviera el coraje suficiente para representarla, en catalán, castellano, inglés, me daba igual el idioma. Y todavía recuerdo el bote y el grito que di cuando me enteré que iba a ser representada al TNC y dirigida por una mujer, hecho importante y, en las épocas que corren, hasta trascendente. 



Ya puedo decir que la he visto montada, que he visto una de sus representaciones, aunque el resultado real con el que me había conformado en mi cabeza difieren y las expectativas, quizás excesivas, no se han cumplido.

Blasted es una obra muy complicada, no sólo de digerir que aquí ya cada cuál verá que le pasa por dentro, es una obra muy complicada de montar, de dirigir, de interpretar... 

Unos días después de ver el montaje sigo pensando que peca de conservador. Desde la puesta en escena que protege al espectador de una manera un tanto inexplicable a la dirección de actores demasiado contenida.



El texto sigue siendo maravilloso pero eso ya nos venía de fábrica. No logro entender el porqué de las cortinas, que dependiendo de donde te encuentres sentado dificulta la visibilidad de los personajes entre los pliegues. He llegado a pensar que actúan como pantalla, una especie de filtro que haga que el espectador no se crea todo aquello que ve sino que parezca como una caso más de los que salen en las noticias.

Inseparablemente unidas a las cortinas está la elección del diseño de luces de Raimon Rius, excesivamente naturalista, blanco, sin cambios, una búsqueda demasiado remarcada por hacer bonito algo que no lo es. Falta ese ambiente hipnótico y catastrófico que te deja el texto cuando lo lees.



A la puesta en escena se une un comprensible y a la vez discutible casting de actores. Pere Arquillué es un peso pesado de la interpretación catalana, un nombre que hace cartel y que vende entradas, pero que lo único que consigue transmitir su encarnación de Ian es asco, de todo lo que el texto marca que suelte por la boca. Me falta la angustia existencial que dibuja Kane. Tampoco queda bien definida la turbulencia con la que está descrito el personaje, ese mundo interior con un punto psicótico que en manos de Arquillué se ha visto totalmente desdibujado.



Más compensada está Marta Ossó como Cate pero a la que la batuta de dirección tampoco ha sabido encontrar el punto. No se ha querido hacer sangre de un tema tan delicado como los abusos sexuales y se ha dejado que sean las palabras más que las acciones las que den a entender el que está o va a pasar. Ossó tiene la escena más simbólica hacia el final de la obra, donde sin mediar palabra es una bofetada directamente al estómago y sin duda lo mejor del montaje.

La obra de Sarah Kane es más necesaria que nunca. Veinte años después nos sigue dejando mudos su discurso lleno de machismo, xenofobia, misoginia, egocentrismo y una violencia, que aunque nos asalte todos los días a través del mundo de pantallas en el que vivimos, no deja de removernos bien por dentro.



A pesar de que no haya salido convencida de Blasted era tan necesario montarla como el sold out que se ha ganado. Al menos que sea una primera piedra, después de Psicosi de les 4.48, para seguir montando las obras de Kane y para que se hable en femenino desde la silla de dirección en los teatros públicos, ¡que ya va siendo hora!

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