En la cocina de Federico

'Bocetos escénicos en torno al teatro inconcluso de Federico García Lorca' se subtitula acertada y honestamente este sugerente trabajo que husmea en la cocina del poeta, aventa de sus papeles el rastro de obras que dejó apuntadas, como la que da título al conjunto, en la que trabajaba en el verano de 1936 poco antes de ser asesinado. Biografía y textos se engarzan en este apasionante experimento escénico surgido de la colaboración entre la Residencia de Estudiantes y el Teatro de la Abadía y fruto de un Taller de Exploración coordinado por Luis d’Ors.

El montaje arranca con una escena en la estación de Atocha, donde Federico tomó el tren que lo llevaría a Granada para pasar unos días con su familia y donde lo encontró la muerte el 19 de agosto de 1936. Estampas del grupo La Barraca, de la casa familiar en Fuente Vaqueros, evocaciones del amor oscuro —se interpreta en directo, entre otras canciones, el soneto El amor duerme en el pecho del poeta, según la versión compuesta por Amancio Prada— y alguna otra alusión a la vida del autor se mezclan con los fragmentos conservados de diversos proyectos teatrales: Dragón, Lola la comedianta y Posada, además de Los sueños..., una acuarela granadina que contiene ecos de Doña Rosita la soltera y dibuja una divertida contraposición entre vida y literatura a través de la lectura de un folletín que trae de cabeza a las mujeres de la casa. Este apunte de la obra que pudo ser está trufado de aromas biográficos, hasta el punto de que uno de los personajes es un niño curioso que se llama Federico García Lorca y es testigo de los delirios amorosos de su prima.

Tiene esta experiencia el irresistible atractivo de poder «fisgar» en un territorio sin terminar, penetrar en el obrador del artista y contemplar sus materiales y herramientas, pues este primoroso rompecabezas lorquiano reúne un haz de destellos entrevistos, pistas, intuiciones, rastros de caminos que el poeta abandonó o no le dejaron concluir... Son eso, bocetos, y así se presentan en la cuidada dramaturgia de Ángel García Galiano y Miguel Cubero. El segundo dirige aseadamente la función, que tiene momentos de confusión sonora en alguna escena grupal, y está interpretada con entusiasmo, frescura y calidad por un competente reparto, en el que asombra el parecido físico de Roberto Mori con García Lorca.

Fuente: Juan Ignacio García Garzón (www.abc.es)

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