"No soy el gamberro, sólo el más joven"



Empieza su trayectoria al frente del Teatre Romea que gestiona Focus con el discurso asumido del hombre tranquilo que ha superado el susto inicial de sentirse demasiado joven o demasiado inexperto para asumir la dirección artística de la histórica sala de la calle Hospital. "¿Quieres decir? ¿Yo? ¿Ya? Pero después te dices... y por qué no tiene que ser este el momento, seguro que aprenderé muchas cosas y tal vez el público pueda aprovechar alguna propuesta mía". Actor de vocación y con madera de director de escena, Julio Manrique (Barcelona, 1973) se ha convertido en los últimos cinco años en el relevo generacional del teatro en Catalunya. Su apuesta inicial por la dramaturgia norteamericana vinculada al cine –David Mamet, Neil Labute–, junto con su dominio del ritmo y el tempo escénico le hicieron merecedor de las alabanzas de la crítica y la fidelidad del ¡público joven! Ahora, finiquitada la etapa de Àlex Rigola en el Lliure y de Calixto Bieito en el Romea, Manrique es el rostro más atrevido de este triángulo histórico que forma esta sala –aun siendo de gestión privada– con el TNC de Sergi Belbel y el Lliure del recién aterrizado Lluís Pasqual.
¿Le toca ser el gamberro de la escena teatral catalana?
No me siento como el gamberro, sí como el joven de ese trío, el que tiene que aprender más cosas.
¿En qué medida le han influido Rigola y Bieito?
Les admiro mucho a los dos. Sus mundos estéticos y contenidos son diferentes, pero tienen en común que son valientes, no han tenido miedo a cagarla y se han hecho grandes porque han seguido su línea.
¿Y usted? ¿Se siente valiente?
Me atrevo a hacer bastante lo que quiero pero pensando siempre en el espectador.
Estrena mañana temporada con una pieza propia, Llum de guàrdia, con la que quiere conjurar al fantasma de la actriz Margarida Xirgu que, según dicen, ronda para el Romea. ¿Se le ha presentado?
No, de vez en cuando le digo "si hay alguna cosa que no te gusta, dímelo", pero no se manifiesta.
¿Está dando un paso adelante como autor?
No, no, precisamente por eso hemos invitado a Sergi Pompermayer a construir la dramaturgia de este espectáculo que finalmente firmamos los dos. La historia se ha cosido a partir de improvisaciones con los actores. Utilizamos muchos lenguajes escénicos pero con voluntad narrativa, porque me gusta explicar historias, de lo contrario me perdería. Pero no me presento como autor. Excepcionalmente era divertido inaugurar con algo nuestro, con la familia de cómplices habituales.
Quiere decir Mireia Aixalà, a Ivan Benet, Cristina Genebat, Oriol Guinart, Marc Rodríguez... Cada director artístico tiende a crear con su familia mientras parte de la población teatral se siente descolgada.
Es normal, no puedes intentar complacer a todo el mundo porque eso equivaldría a no hacer nada finalmente. Por eso es bueno que haya constantemente cambios y movimientos, que pase cada uno con su familia y sus manías, pero que no se instale mucho tiempo.
Usted ha firmado por 3 años.
Sí, y no sé cuándo tiempo me pasaré, pero mi dinámica siempre ha sido saltar de una cosa a otra haciendo de actor y director, cambiando mucho de paisajes.
¿Cuál cree usted que tiene que ser la línea del Romea?
Hacer buen teatro, como todos, ¿no? ¿Y qué es buen teatro? No tengo ni idea. Tratar de explicar historias que a la gente le importen, tratar de no aburrirla en exceso. Tampoco hay que ir con ansia a divertir a la gente... no tenemos esta vocación comercial.
Qui té por de Virginia Woolf?Dogville, IncendisThe blue room... ¿una mirada oscura a la sociedad actual?
La temporada será bastante luminosa pasando por zonas de oscuridad. El teatro que a mí me gusta es la comedia, textos que permitan aflorar el humor pero sin ser complacientes, y eso quiere decir mancharse un poco, mirarnos donde no nos gusta vernos reflejados. Es este sentido, son títulos valientes: tanto Qui té por... como The blue room, que es una comedia de David Hare que adapta La Ronda de Schnitzler, muy divertida pero con mala leche. Incendis es una tragedia de Wadji Mouawad, uno de los mejores autores contemporáneos, que va sobre la guerra y el perdón y tiene un final muy luminoso.
Qui té por... tiene un espléndido reparto: Emma Vilarasau, Pere Arquillué, Mireia Aixalà e Ivan Benet. Y estará de octubre a enero. ¿Poco presupuesto?
He trabajado con toda libertad dentro de un presupuesto, estas eran las reglas del juego con Focus. He creído que lo mejor era apostar por espectáculos y darles buena vida, dejarlos respirar. Incendis o The blue room también están en el corazón de la temporada y en cambio Dogville, que es herencia de Bieito, tiene la temporada cerrada y recalará poco.
Se apoya en la memoria cinematográfica del público.
Totalmente, es una de mis manías. Y me hace ilusión Qui té por... porque es un clásico contemporáneo de Edward Albee, referente potente, conocido y compartible, y además Liz Taylor, que la protagonizó en el cine, nos dejó el año pasado y es un fantasma que planea sobre nosotros.
La dirige Daniel Veronese, un habitual del Lliure. ¿No es de la cuerda del nuevo Lliure?
Veronese no es de la cuerda de nadie. Sencillamente, el Lliure como teatro público se puede permitir traer compañías extranjeras y gracias a eso hemos podido disfrutar de los Chéjov de Veronese, una de las cosas más inspiradoras que he visto en los últimos años.
Fuente: Maricel Chavarría (www.lavanguardia.es)

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