"No contemplo que me puedan echar"



El autor, director y, cuando se tercia, actor Ernesto Caballero ha tenido un aterrizaje estresante en su nuevo puesto como director del Centro Dramático Nacional (CDN). No porque se haya encontrado con nada anormal en esta unidad de producción del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, dependiente del Ministerio de Cultura, sino porque su incorporación, el pasado día 2, ha coincidido con el estreno, el próximo día 12 en el Teatro Pavón de Madrid, de En la vida todo es verdad y todo es mentira, un bellísimo, insólito y desconocido calderón que ha puesto en pie para la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuyo encargo aceptó antes de saber que iba a dirigir el CDN.
"El aterrizaje aún se está produciendo, y solo puedo decir que la transición ha sido ejemplar; Gerardo Vera ha facilitado todo y ha sido de una elegancia y exquisitez absolutas, así como los diferentes equipos", reconoce. No le sorprende que se le pregunte si tiene en cuenta que en el interregno entre su nombramiento y su incorporación ha ganado el PP, por lo que su presencia en el CDN, y a lo mejor el propio CDN, corre peligro: "No he pensado ni por un momento que me puedan echar, ni lo contemplo, solo estoy limitándome a trabajar". Aún matiza más su creencia: "Estoy convencido de que dado que por una vez se ha elegido a los últimos responsables de varias unidades de producción públicas con el procedimiento de las buenas prácticas esto va a favor de la teoría que todas las fuerzas políticas mantienen, que es la de profesionalizar la cultura". Su nombramiento fue hecho por un consejo y por unanimidad. "Lo que se ha elegido es un proyecto, no una persona, y además el nuevo equipo que ha llegado a Cultura
[José Ignacio Wert y el Secretario de Estado José María Lasalle] son profesionales de esto y conocedores del mundo cultural".
Para afrontar estos primeros doce días en el CDN se ha puesto un tanto estajanovista con jornadas de trabajo maratonianas y, como la programación está cerrada hasta junio, se dedica a preparar las próximas temporadas. "Soy muy consciente de cómo está el sector, vengo de él. La programación estará muy centrada en la creación dramática contemporánea", dice este hombre que ha transitado siempre con rigor por lo más excelso y lo más pobre del teatro español contemporáneo y que ahora ha dejado su compañía Teatro del Cruce "por una incompatibilidad lógica".
Otra cosa es aceptar encargos como el que estrena este jueves como director y versionador: "Es un drama filosófico desconocidísimo, en la línea de La vida es sueño, me lo descubrió el catedrático Antonio Regalado y en él encontramos a todos los calderones posibles, el filosófico, el político, el de los grandes montajes, el de la gran presencia sonora, musical y escenográfica...; una obra en principio cortesana, que plantea el juego barroco y la temática de la apariencia contra la realidad, que fue una obsesión del Barroco". Habla con pasión, la misma que ha demostrado a lo largo de su carrera, de Calderón, al que pone en pie por quinta vez.
"Estamos ante un dilema político en el que el personaje principal trata de encontrar una certidumbre que nunca llega a alcanzar, lo que le va minando y destruyendo, se trata de alguien que busca una verdad a la que aferrarse y entra en un delirio que le incapacita para discernir", señala de esta pieza que sitúa dentro de la escuela del modelo de los príncipes. "Calderón aquí rompe tópicos y visiones estereotipadas y hace un retrato de distintas actitudes; es una obra muy hermosa, en verso barroco, que si se le quita ese aspecto es una película de Steven Spielberg, llena de invasores, con un palacio mágico en el cielo..., la verdad es que tiene algo entre Tolkien y El show de Truman porque hay fantasmagorías y se obran prodigios que terminan de confundir más al protagonista", dice Caballero, quien siempre ha estado más inclinado por la escritura a veces influida por el teatro del barroco: "Es una rendija para contemplar la realidad y el mundo como teatro, algo que me tiene atrapado y que incluso he desarrollado desde el punto de vista escénico".
Fuente: Rosana Torres (www.elpais.com)

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