Escenografía a la venta


Fuente: Diana Mandiá (www.elpais.com)
Bajo la luz fría de las barras eléctricas y sobre el escenario de ensayo de los últimos 18 años, 250 trajes diseñados para las obras de la compañía Teatro do Noroeste esperan comprador. La indumentaria de un Papa, varios cardenales, el vestido de novia de Susanna en As vodas de Fígaro (1994), cuatro uniformes militares de los años cuarenta —tres de ellos, reales— y otros dos de la Revolución Francesa, capas y vestidos más o menos suntuosos, como el violeta de brocados que lució la actriz Luma Gómez en Os Xustos, adaptación de la obra de Albert Camus, o el de la Medea del estreno (1987) son solo un pequeño ejemplo del inmenso armario que fueron llenando los 25 años de historia de Teatro do Noroeste y que ahora, víctimas de las urgencias económicas de la compañía, se ponen a la venta para pagar facturas de técnicos y actores y, además, soltar lastre. A partir de septiembre, el grupo teatral quedará reducido a su mínima expresión: sus fundadores y propietarios, Eduardo Alonso —que también fue el primer director del Centro Dramático Galego— y la prolífica Luma Gómez quedarán como únicos actores de una empresa ahogada por las deudas propias y ajenas. Su próximo espectáculo será un monólogo que se ensayará en el Arteria Noroeste de Santiago.
 La Xunta les debe dinero desde 2011, subvenciones de la Axencia Galega de Industrias Culturais (Agadic) y de giras por otras comunidades autónomas que se concedieron pero que todavía no han llegado a la cuenta de la compañía. La falta de liquidez les fuerza a renunciar también al local que desde 1994, primero junto a Teatro do Malbarate y después en solitario, acogió los ensayos y la oficina del grupo en A Pulleira, un barrio del norte de Compostela a medio camino entre el polígono industrial, con sus naves y talleres, y la aldea más rotunda, sementada de pastos y maizales. Los despachos ya están vacíos y sobre el viejo escenario en el que la compañía ensayó O último cowboy, — actualmente en gira por Galicia—, reposan las cajas de la ingrata mudanza. “Telas escénicas”. “Telón rojo”. “Zapatos”. Cada uno de los embalajes va marcado con una etiqueta que recuerda su contenido. En las perchas, lucen los trajes resguardados del polvo con una funda de plástico y ya clasificados mediante una pequeña ficha que incluye fotografía, descripción del tejido y la obra en la que se usó.
Ayer por la tarde, una furgoneta pasó a recoger parte del atrezzo y se lo llevó a un local prestado por la empresa de servicios técnicos que tiene contratada la compañía. Es una solución provisional porque el contrato de alquiler de la nave vence mañana y el local tiene que quedar vacío. “Nuestra idea es vender todo junto a una de esas casas que trabajan con teatros y cines”, explica Alonso, autor de muchas de las obras representadas por Noroeste en sus 25 años de vida, desde la adaptación de A Celestina. Comedia dos tolos amores de Calisto e Melibea (de 2000) hasta Imperial: Café cantante, Vigo 1936 (de 2006) oGlass City (de 2010). Los propietarios no han hecho ningún cálculo de lo que pueden valer los trajes y hasta admiten que seguramente aceptarán “lo que se ofrezca”, porque necesitan pagar deudas y porque, de lo contrario, el único destino de la ropa será la donación a la Escola Superior de Arte Dramática, a la que ya han cedido las escenografías de ImperialGlass City e Historias peregrinas (de Miguel Anxo Murado). La escuela no ha aceptado más por cuestiones de espacio. Algunos vestuarios más anodinos han acabado en la basura, como los de la adaptación de La Celestina: los amantes no eran dos jóvenes manipulados por el hampa en la Edad Media, sino un narcotraficante colombiano y una vendedora de flores que coincidían en las Rías Baixas. Teatro do Noroeste fue compañía residente de la histórica Sala Yago de la Rúa do Vilar de Santiago, cerrada desde 2007, y durante sus 25 años de historia llevó a escena a Shakespeare, Brecht, Camus, Méndez Ferrín o Cunqueiro.
“El Agadic se ha convertido en un organismo devastador. Te subvenciona pero después no te paga. No tenemos más remedio que rediseñar la compañía si queremos sobrevivir”, asegura Alonso, que insiste en que el castigo presupuestario aplicado a la cultura niega el futuro a los grupos estables con grandes repertorios. Luma Gómez usa el mismo argumento del ahorro como estrangulador de propuestas ambiciosas: “La Rede Galega de Teatros contrata cada vez más barato, sin tener en cuenta la calidad, simplemente para cubrir un espacio y, en ese sentido, nosotros no somos competitivos”, sentencia la actriz. A la Xunta la acusan de carecer de una fórmula clara para el teatro, una crítica que Alonso ya pronunciaba en tiempos del bipartito y de su Plan Galego de Artes Escénicas. “La falta de política también es una política”, sentencia el dramaturgo, que asume que Noroeste “sobrevivirá con lo mínimo, como una ameba”.

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