Trazos de Miró sobre las tablas



Fuente: Rocío Huerta (elpais.com)
Decía Freud que a lo largo de la historia hubo tres grandes humillaciones: el descubrimiento de Galileo sobre que no somos el centro del Universo; cuando Darwin descubrió que no somos la corona de la creación; y su propio descubrimiento en torno a que no controlamos nuestra propia mente, algo que demostró en su obra maestra, La interpretación de los sueños. Sin tantas aspiraciones como Freud, el coreógrafo y dramaturgo argentino Enrique Cabrera convierte el surrealismo de Miró en una especie de sueño consciente en su último espectáculo como director y coreógrafo Constelaciones, representado por la compañía de danza contemporánea madrileña Aracaladanza, cuyo trabajo ha sido reconocido con el Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud 2010, que dirige se representará hasta el 30 de diciembre en el Teatro de la Abadía. “Intento buscar en cada obra su propia dramaturgia, como la dramaturgia de una sueño. Dentro del sueño todo tiene su lógica, pero cuando te despiertas la pierde y se convierte en un recuerdo surrealista. Pues yo quiero que el espectador se sienta como en un sueño”, espeta el director.
Llevar a un escenario algo tan intangible como el surrealismo de los sueños o los delirios de los trazos pintados por Joan Miró es posible para Cabrera. Ya lo hizo en 2006 y en 2009, cuando convirtió en espectáculo El jardín de las delicias, de El Bosco y de la obra de René Magritte. Constelaciones, inspirada en el artista catalán, cierra esta trilogía que conjuga las artes plásticas con el teatro, la danza y la música.
“El espectador no va a ver un cuadro, simplemente una obra inspirada en él”. Constelaciones lleva a la escena los colores de Miró y las formas, “a partir de ahí se genera todo un círculo alrededor de la conceptualidad”, apunta el director. Y avisa: “La obra es muy, muy, muy conceptual”.
Sin hilo narrativo ni personajes estereotipados, la obra de 50 minutos de duración está diseñada para un público infantil. “Es mucho más asequible para ellos disfrutar de una obra así que de una historia clásica, con planteamiento, nudo y desenlace. Cuando un niño relata una historia, una película de Disney por ejemplo, no te cuenta el argumento sino más bien describe imágenes, se queda con momentos. Tienen la capacidad de ver mucho más que los adultos porque van sin prejuicios y sin la intelectualidad que llevamos los adultos. Los niños simplemente se sientan en la butaca y disfrutan, y si el espectáculo atrapa, se dejan atrapar”.
Pero para disfrutar de Constelaciones no es requisito imprescindible ser ni un niño ni un entendido del arte; solo hay que dejarse llevar por la música, la danza contemporánea, los colores inspirados por Miró y la magia de los sueños. La compañía Aracaladanza y Enrique Cabrera se encargan del resto trabajando el surrealismo con objetos, música, personajes e imaginación… “Y llega un momento que la obra se hace sola”, cuenta el coreógrafo. Y cuando los adultos salen del teatro, presume el director, suelen decirle: “Me lo he pasado como un niño”.

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