El valor de reinventarse



Fuente: Rosana Torres (elpais.com)
Los sesenta ya los ha cumplido. Pero la edad de Mónica Cano nunca hay que delatarla del todo porque es de esas actrices que se saben capaces de transitar por un registro muy amplio de edades y no está dispuesta a dar pistas. Ella es una de esas cómicas (como se llamaba antes, y algunos aún ahora, a los intérpretes de manera general) que ha destacado en papeles de reparto. Nunca termina de ser acertado el uso, a veces tan equivocado, del término secundarios. Si para todos (actores y no) hay crisis, para las actrices de una cierta edad, aún más. Ella lo sabe y no está dispuesta a quedarse en su casa observando, con la mirada perdida, cómo no suena el teléfono.
Esta mujer de mirada dulce y hablar quedo ha obrado en ella misma un auténtico milagro. Se ha reinventado, a esa edad, y se ha puesto a escribir unos textos bellísimos, llenos de imágenes ácidamente poéticas, centrados en mujeres perdedoras de la España más profunda del franquismo. Además los dirige y los interpreta junto a otras actrices.
Empezó su aventura como dramaturga con Qué felices son los perros en la playa, a la que siguieron Historia de la Nati (con Silvia Vivó) yVitriolo (la interpreta con Saturna Barrio). Estas dos últimas y deliciosas obras están en cartel en la pequeña Sala Nudo, de la calle de la Palma, 18. Un espacio cada vez más conocido y reconocido por las gentes del teatro sabedoras de que en estos escenarios mínimos se está cociendo algo muy importante.
"Siempre me ha gustado escribir, pero no siempre he dispuesto de tiempo. He sido actriz, mamá, ama de casa, se hacían dos funciones diarias, y además fui de las bohemias del Café Gijón, la Cafetería del María Guerreo, del Bocaccio con mi amiga María Asquerino....", y añade, "escribir requiere tiempo, ejercicio, descubrir, aislarte, envalentonarte...", señala esta mujer que se ha desvelado como una gran dramaturga con pequeñas tragicomedias con las que dar testimonio y rendir su homenaje a mujeres que ha conocido a lo largo de su vida. "Historias sinceras de carpintería teatral sencilla, en las que están esas mujeres con las que sufro una empatía continua, por las maltratadas, lapidadas, asesinadas...., quiero acompañarlas con mis personajes, reivindicarlas".
Cano no olvida que era adolescente con la dictadura de Franco: "Aún persiste en mí la rabia que me producía vivir bajo aquel régimen totalitario. De la dictadura de aquellos analfabetos, germinaron muchas desgracias, la hambruna, el retroceso, el oscurantismo, la censura... El teatro tiene como misión primigenia la catarsis, la denuncia, la transgresión. Aún no hemos sacado de las cunetas los restos de muchos caídos por la libertad. Lo mejor que puedo hacer es escribir sobre ellos, tenerlos presentes". Y lo hace con una inteligente ironía. Ahora escribe una nueva función situada en 2013: "Curiosamente tienen los mismos problemas que los de la España profunda".
Cano, que se licenció en Arte Dramático, completó su formación con José Carlos Plaza y Mariano Barroso. En sus apariciones en obras de Antonio Gala, Valle-Inclán, Berkoff, Peter Weiss, García Lorca, bajo la dirección de profesionales como María Ruiz, José Carlos Plaza, Guillermo Heras, Miguel Narros y Amelia Ochandiano, siempre destaca su trabajo, algunas veces galardonado, por pequeño que sea, al igual que en sus intervenciones cinematográficas bajo las órdenes de realizadores como Jaime Chávarri, Fernando Colomo, Daniel Cebrián y Andrés Linares, entre otros.
El reinventarse como autora y directora en pequeñísimas salas alternativas es, por supuesto, porque en los teatros públicos no le dan espacio. Pero también le interesa la comunicación que se establece con el público. "Cuando me lo planteé me daba vértigo, además esta es una profesión de titanes, llegas a mayor muy perjudicada; pero tengo la inmensa suerte de haber podido consolidar un equipo de trabajo con compañeras que me estimulan y me alientan", dice de las mujeres de las que se rodea para trabajar. "Muchas son jóvenes, pero recomiendo a las mujeres mayores, sean actrices o no, que trabajen, que luchen, que estén vivas".
Tampoco ignora que los dramaturgos contemporáneos no escriben papeles y personajes para actrices maduras: "No lo hacen por marketing. La gente quiere ver belleza, lozanía, sexo. Estoy muy agradecida a los dramaturgos que crean personajes para mujeres mayores: Gala, Lorca...". En cualquier caso es rotunda cuando se le pregunta cómo ve la situación para actrices como ella: "Pues muy jodida", señala al tiempo que recuerda que, en contra de lo que se piensa en general, los actores son gente que vive con una humildad tremenda, salvo excepciones. "Con la subida del IVA hemos perdido un número de espectadores tremendo. Es una muy mala situación".
Atrás queda su Córdoba natal, de la que recuerda especialmente a sus padres y su casa "humilde, pero tremendamente bella". En su lugar han construido "unas casitas vulgares, allí deben seguir, en la calle Barrionuevo".

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