La Fura convierte a Wagner en cultura de masas



Juan Ángel Vela del Campo (elpais.com)
Presumen en Linz de tener el teatro musical más moderno de Europa. Se han gastado 180 millones de euros en la construcción —con el arquitecto Terry Pawson al frente— de un edificio racional en la distribución de espacios, tecnológicamente avanzado y con la mirada artística puesta en una oferta plural. Y el auditorio ya ha gozado de un bautismo a la altura de sus afanes vanguardistas, gracias a un encargo a Carlus Padrissa, de La Fura dels Baus, de una versión nocturna al aire libre de Parsifal sobre el fondo de la entrada al teatro (un espacio de 65 metros de ancho por 24 de alto) y el vecino Volksgarten, un parque cuya hierba se protegió para la ocasión con láminas de madera, por si la asistencia a las sesiones wagnerianas de La Fura era masiva. Y, en efecto, lo fue. Un elevado número de voluntarios locales participaron como figurantes en el montaje. Sumaron más de 25.000 espectadores entre las tres noches, según los cálculos más moderados, que, en cualquier caso, sobrepasan todas las previsiones.
Curiosamente, Padrissa ha simultaneado dos lecturas diferentes deParsifal en Colonia y en Linz. La primera se estrenó el Viernes Santo, con artesanos panaderos elaborando en vivo y en directo desde el primer acto el pan que después se repartiría en el último, con Wagner encarnando al moribundo Titurel y con Nietzsche poniéndose en la piel de Amfortas. Lo de Linz es otra historia, más próxima a lo que los fureros llaman familiarmente “macro”, es decir, un espectáculo de grandes dimensiones con despliegue de tecnología avanzada. De hecho se titula Ein Parzival —Un Parsifal— para no llevarse a engaños. Dura algo más de 50 minutos y la música procede de grabaciones discográficas emblemáticas, en las que no falta el mítico director musical Hans Knappertsbusch, y a cuya selección se incorporan desde la soprano Maria Callas —que canta Kundry en italiano— y el legendario tenor Georges Thill —que canta, claro, en francés—.
La idea es potenciar la universalidad de la obra. Dicho de otra forma, se pretende una versión para todos los públicos, con la música como elemento de fascinación y la escena como complemento visual lleno de sorpresas. La propuesta plástica está en la línea de los espectáculos de calle de La Fura, con figuras gigantescas —el muñeco que encarna Parsifal mide unos 10 metros—, utilización del espacio abierto en el movimiento de los distintos artilugios, potenciación del fuego (los servicios de seguridad de bomberos no están lejos, por si acaso) y la luz, y un tipo de belleza que podríamos llamar de ciencia ficción. Es posible que a los wagnerianos de pro les chirríe una puesta en escena semejante, pero para el público desprejuiciado tiene una capacidad de comunicación inmensa, tal y como se pudo comprobar en las veladas austriacas, con personas de todas las edades absolutamente entregadas.
El espectáculo está también en el público, con un continuo centelleo deflashes desde los móviles, para captar fotográficamente cada momento de la representación. Para la mayoría es una ceremonia de iniciación a la ópera. El carácter gratuito potencia la asistencia masiva. En una escena se introduce durante unos instantes, por conveniencia dramática, un fragmento de La valquiria, y no pasa nada. Al final, después de mecanismos que simulan los episodios más conocidos deParsifal, desde la escena de las muchachas-flor a los encantos del Viernes Santo, el espectáculo desemboca en una traca de fuegos artificiales mientras los caballeros del Grial ascienden a lo más alto en una actitud de gesto solidario. Los numerosos niños se quedan perplejos, los mayores embelesados. No hay sillas, aunque algunos se las traen de sus casas, y el público acude con más de una hora de antelación para buscar un árbol o una valla de protección donde apoyarse. La duración limitada se agradece.
Linz ha tenido la osadía de poner en escena una mirada tan atípica sobre el drama escénico sagrado de Wagner. Es una ciudad tranquila, de apenas 200.000 habitantes, entre Salzburgo y Viena, que históricamente acogió durante 12 años como organista en un par de iglesias al gran Anton Bruckner, tan afín a Wagner, y que estos días no ha escatimado en los actos de inauguración del nuevo auditorio, con buenos espectáculos de teatro musical, ballet, una ópera de las de toda la vida —El caballero de la rosa, de Richard Strauss, con Anne Schwanewilms y Kurt Rydl encabezando el reparto— y el estreno del último título para la escena de Philip Glass (Spuren der Verirrten) con libreto a partir de un texto de Peter Handke y dirección musical de Dennis Russell Davies, el mismo que dirigió El americano perfecto en el Real de Madrid recientemente.
Linz ha apostado en la planificación de su nuevo teatro por llevar la ópera a todos los públicos y por ofrecer una programación que abarque todas las estéticas y variantes del teatro musical. ¿Conseguirá sus objetivos? Esperemos que todo sea tan placentero como ese Danubio azul que atraviesa la ciudad y da nombre a su aeropuerto.
Hitos del bicentenario

Las fronteras entre lo popular y lo culto se difuminan con montajes de este tipo. Se ha hablado incluso de representar algo semejante en Montserrat. Seguramente sea lo más osado estéticamente en lo que va del año Wagner, y también lo más divulgativo para acercarse sin condicionantes a la música más compleja del compositor. Hengelbrock descubrió en Madrid la belleza austera de los instrumentos originales en Parsifal.Thielemann sentó cátedra en el Festival de Pascua de Salzburgo con la Staatskapelle de Dresde. La Fura se acerca a Wagner con una perspectiva inocente y populista, de efectos especiales.
Además, asistiremos hoy al estreno de El oro del Rin en el Liceo de Barcelona. Es la primera parte de la tetralogía de El anillo del nibelungo, del director de escena Robert Carsen, que el teatro catalán programará durante los próximos tres años. Al otro lado del Atlántico, Manaos celebrará el 22 de mayo (día exacto del bicentenario) un Parsifal brasileño-mexicano. Bayreuth, por su parte, celebrará el año Wagner con un nuevo Anillo con dirección escénica de Frank Castorf y musical a cargo de Kirill Petrenko.

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