Ángel Fernández Montesinos: “No hay oficio más complicado que el de público. No todo el mundo vale”



Fuente: Benjamín G. Rosado (elcultural.es)

Para Ángel Fernández Montesinos (Murcia, 1930) el teatro es la unidad mínima de tiempo. No importa que haya cumplido 83 años; él insiste en tener160 obras, con sus correspondientes noches de estreno, con sus funciones, sus reposiciones y sus giras. “Claro que ahora el teatro es otra cosa”, se queja, con un hilo de humor en la garganta, el director y dramaturgo. “Hoy los que mandan son los productores, y no el público”. Hace cinco años que presentó en el Corral de Comedias de Almagro El teatro que he vivido, unas memorias dialogadas en las que levantaba el telón de sus propios recuerdos para poner el foco en los profesionales, no siempre reconocidos, con los que ha compartido escenario desde que ingresara en el Teatro Universitario de Murcia. “Era un lector empedernido, un adicto a los clásicos, pero los profesores tomaron por costumbre suspenderme porque no me sabía la lección”.

Se abrió paso en el gremio a razón de un cate por premio. “De aquella época universitaria recuerdo con especial cariño el éxito que cosechamos con La piel de nuestros dientes, de Thornton Wilder, a finales de los cincuenta”. En 1961 llegaría el primero de los dos Premios Nacionales de Teatro que llevan su nombre. “Por aquel entonces estos reconocimientos no tenían dotación en metálico. Se limitaban a darte un diploma para que decoraras alguna pared de tu casa”. Él lo tiene colgado en el despacho, donde estos días trabaja en la adaptación de una comedia americana (de la que no puede decir nada) y en un nuevo musical, Salvados por la música, que acaba de registrar y que estrenará pronto. “Sigo esmerándome como cuando tenía 20 años”, se jacta. “Quizá porque todos los 80 tienen su propia movida... El truco está en tomarse la vida como un ensayo constante y no a modo de representación”.

Fernández Montesinos debutó en el Corral de Comedias en 1967 con El castigo sin venganza de Lope de Vega. “Fue una experiencia agotadora y frenética. Me vi en el compromiso de dirigir la escena al mismo tiempo que retransmitía la obra en directo para Televisión Española”. El jueves, 18 de julio, el Festival de Almagro le dedica un homenaje secreto, ya que su directora, Natalia Menéndez, no ha querido que trascienda un solo detalle.“Nervios no siento, la verdad. Lo que me corre por las venas es una mezcla de satisfacción por el pasado e ilusión por lo que queda por venir. No voy a derramar una sola lágrima. Quiero disfrutar mi momento con una sonrisa en la cara”. No le afligen al veterano director estos tiempos de ivas criminales y recortes al sentido común. “Porque, a pesar de la barbarie de la crisis, el teatro siempre estará ahí para salvarnos”. Así sobrevivió él a las grisuras del franquismo. “Cuando llegaba el censor nos daban el aviso con una luz roja que se encendía entre bastidores. Entonces sabíamos que esa noche tocaba ponerse brechtiano y dar una vuelta de tuerca a la metáfora. Los censores siempre estaban pensando en el doble sentido. Pero a la mayoría se le escapaba que en una misma frase podía haber hasta cuatro sentidos ocultos”.

Ha dirigido sobre todo comedias: patrias (como Maribel y la extraña familia yMelocotón en almíbar de Mihura y Los ladrones somos gente honrada de Jardiel Poncela), de intriga (Culpables de Jaime Salon, La huella de Peter Shafer y Trampa mortal de Ira Levin), de enredo (El sistema Ribadier,Ocúpate de Amelia y Con la mosca en la oreja de Georges Feydeau) y también dramáticas (Noches de San Juan de López Aranda, La casa de los siete balcones de Casona y La duda de Pérez Galdós).

Y en todo este tiempo ha salido ileso de los enfrentamientos con los lobbiesculturales. “Que por supuesto que existen, pero que aquí, en España, nunca dan la cara”. Su alergia a la notoriedad no le ha impedido nunca decir lo que piensa. “He dirigido clásicos y modernos, y aun a riesgo de ofender a algunos puristas no me importa reconocer que mi género favorito es el musical. Que es lo que más disfruto y también, porque no va conmigo la falsa modestia, lo que mejor se me da”. La prueba está en las 2.500 representaciones que registró su montaje de ¡Por la calle de Alcalá! Ha liderado también 14 producciones de zarzuela. Por eso lamenta que Paolo Pinamonti, director del Teatro de la Zarzuela, no haya contado con él. Todavía. Hace dos años, le intervinieron quirúrgicamente y al despertar de la anestesia lo primero que pidió fue un bloc. “De pronto lo vi... Vi que tenía que escribir una antología sobre la opereta, y me puse a trabajar como un loco en la habitación del hospital”.

Se define como “muy murciano”. Esto es, “rápido de reflejos pero con tendencia a la flema británica”. De entre todas sus facetas teatrales, le gusta destacar la que tiene lugar en el patio de butacas. “No hay oficio más complicado que el de público. Porque no todo el mundo vale. Ser público es un ejercicio de responsabilidad”. Esta temporada ha disfrutado con Follies de Mario Gas, A cielo abierto de Josep Maria Pou, Noche de reyes de Propeller... “El problema de España es que vive el teatro desde fuera. La gente va a título conocido y sólo paga por lo que le suena. Falta aprecio por la tradición y curiosidad por lo desconocido”.

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