UN TROZO INVISIBLE DE ESTE MUNDO


DRAMATURGIA: JUAN DIEGO BOTTO
DIRECCIÓN: SERGIO PERIS-MENCHETA
INTÉRPRETES: JUAN DIEGO BOTTO y ASTRID JONES
DURACIÓN: 1h 40min
PRODUCCIÓN: PRODUCCIONES CRISTINA ROTA y TEATRO ESPAÑOL
TEATRE LLIURE (MONTJUÏC)

Con una cartelera llena de comedias insustanciales y con una temporada que salvo escasas excepciones viene a ser más de lo mismo, nos llega "Un trozo invisible de este mundo" de Juan Diego Botto y dirigida por Sergio Peris-Mencheta.

Un teatro necesario, del que no deja indiferente, del que te sacude en tu asiento, del que sales preguntándote porqué el mundo es así, con el que ríes, te emocionas y lloras, de aquel por el que merece la pena pagar la entrada porque no abandonas la sala de la misma manera que entraste.

Quizás porque el teatro que nos llega de Madrid no me atrae, y cuando lo hace acostumbra a decepcionarme, cuando te encuentras con un soliloquio como el de "Un trozo invisible de este mundo" te quedarías horas escuchando, deseas saber más de estos dramas humanos que te están explicando. Tal y como tenemos el país, será el de aquel que hace dos días se marchó porque aquí no encontraba trabajo.

Maravillosamente interpretado por un Juan Diego Botto que muestra mil caras, diversos personajes y que ha sabido conjugar la tragedia de la emigración y del exilio con grandes dosis de humor. La escena del locutorio invita a la carcajada a toda la platea.

Astrid Jones pone una de las notas más duras de la función. El drama de su personaje es mayúsculo, pero lo hace con una sonrisa perenne en su boca, de esas personas que han aceptado su destino y luchan días tras día sonriendo. Duro su papel y más que aceptable su interpretación.

La dirección de Sergio Peris-Mencheta deja a hacer y firma, junto con Carlos Aparicio, una funcional escenografía. Aquellas maletas que van haciendo acto de presencia y de las que acabamos siendo partícipes todos. Como lo somos del montaje, un soliloquio con interpelaciones al público, quizás para sacarle de su aparente momento abstracto, quizás para recordarle que aquello es real, que fuera de las cuatro paredes del teatro siguen pasando cosas, aunque los telediarios ya no nos las cuenten. De momento nos queda el teatro más vivo de lo que algunos quisieran. No se la pierdan, saldrán más sabios y con ganas de más teatro real.

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