De la probeta a las tablas



Fuente: Alberto Ojeda (elcultural.es) | Foto: Marcos Gpunto

El de los cómicos es un gremio ahormado, históricamente, por la intemperie. Mucha carretera y mucha manta. La llegada de la democracia realzó su estatus. La política quiso colgarse la medalla del teatro irrigando con dinero público compañías e instituciones escénicas que permitieron consolidar carreras profesionales de actores, directores, dramaturgos, técnicos... Pero la crisis ha desmoronado esas estructuras que cobijaban al sector. De golpe, se vio otra vez expuesto a múltiples inclemencias: presupuestos enjugados, condiciones precarias, marginación de propuestas arriesgadas por su escasa rentabilidad, premura en los plazos para cerrar montajes... 

El florecimiento de un circuito off, nutrido por una constelación de pequeñas salas, ha acogido a buena parte de los creadores desplazados por la escasez de oportunidades. Pero sus recursos no pueden garantizar el asentamiento y la proyección de prometedoras trayectorias. “Mucho talento se esta perdiendo por el sumidero”, lamenta Fernando Sánchez-Cabezudo, el inquieto fundador y director de Kubik Fabrik, sala que pretende irradiar la oferta teatral a la periferia de Madrid (en concreto, al barrio de Usera). “El problema es que el salto del territorio alternativo al teatro comercial o institucional es muy difícil, incluso para aquellos nombres que han cosechado grandes éxitos y han acreditado su valía”. 


Sánchez-Cabezudo está empecinado en solventar el cortocircuito. En la búsqueda de ese objetivo ha encontrado un aliado con liquidez económica y con algo todavía más importante: afinidad de conceptos. Es la productora La Zona, que está detrás de algunos lucrativos títulos de la cartelera (Toc-toc: seis años consecutivos en Madrid) y del pelotazocinematográfico de Ocho apellidos vascos“Gracias a su apoyo he podido hacer lo que siempre he querido hacer desde que abrimos la sala”, advierte a El Cultural. Su ilusión original ha sido bautizada como LaZonaKubik y consiste en la organización de cuatro talleres de investigación encomendados a otras tantas figuras emergentes, como Julián Fuentes Reta, que a pesar de reventar las Naves del Español hace unos meses con su hipnótica versión de Cuando deje de llover no tenía ninguna garantía de seguir afianzando su andadura. En Usera ya está trabajando en Hard Candy, de Brian Nelson, con la que retrata, en tono de fábula, el impacto de las diferencias generacionales en el sexo. 

Esta adaptación, tras un acuerdo con el CDN, se exhibirá en la Sala Francisco Nieva del Valle-Inclán del 25 de junio al 5 de julio. También podrán verse en el mismo espacio los trabajos de Carlota Ferrer y Lucía Miranda (Fortune Cookie y Nora, 1959). El cuarto proyecto, Beautiful Beach, es la coreografía del bailarín Antonio Ruz. “La media de tiempo que se tiene para ensayos antes de un estreno es de 45 días. Nosotros les damos la opción de prolongar sus investigaciones alrededor de 6 meses. Un periodo en el que el director cobra 1.500 euros al mes. Para la producción dispone de 20.000 que distribuye a su criterio.Seguimos moviéndonos en el bajo coste pero son cifras que nada tienen que ver con el panorama off. Lo que buscamos es la profesionalización”. 

La Zona aporta 300.000 euros. Pero su apuesta por el teatro no se queda ahí. También financian (con otros 500.000 euros) el nuevo Teatro de la Ciudad, que comparte filosofía con la LaZonaKubik. La diferencia es el relieve de sus protagonistas. Aquí nos encontramos con tres figuras consagradísimas: Miguel del Arco, Andrés Lima y  Alfredo Sanzol. Sobran las presentaciones. Cada uno de ellos lleva varias semanas enfrascado en un clásico griego (Antígona, Medea y Edipo Rey, respectivamente). Pero no es un esfuerzo artístico individualizado sino colectivo. “La mayor peculiaridad de esta iniciativa es la unión de los tres directores, las tres productoras con las que habitualmente trabajamos cada uno y nuestros colaboradores. Esta mezcla ha impuesto un diálogo constante”, explica Miguel del Arco. El artífice de La función por hacer pondera además otro detalle: “Antes de empezar los ensayos de las tres tragedias hemos celebrado ocho talleres. Comenzar con tanta información es un lujo”. 

Ensayos en streaming

Este tridente estelar converge en La Abadía, que cede sus salas a cambio de parte de la recaudación. Allí, a finales de abril, se presentarán sus adaptaciones cocinadas a fuego lento, en uno de los pocos remansos destinados a la investigación escénica en España. Y también el que han urdido al alimón, Entusiasmo, que, como dice Gonzalo Salazar-Simpson, uno de los responsables de La Zona, “no es un espectáculo al que ir sino un lugar en el que estar y en el que suceden cosas, como en un bar”. 

Salazar-Simpson señala que no se han embarcado en esta aventura para hacer dinero. Al menos no de forma inmediata. “Sabemos que no lo vamos a recuperar. La apuesta se concentra en la creación de públicos. Por eso ambos proyectos son tan abiertos. Los ensayos de LaZonaKubik incluso se retransmitirán en streaming. El objetivo está fijado en el largo plazo. Si todo va bien, los beneficios vendrán más tarde”. La intención es contar con un espacio propio para el Teatro de la Ciudad y que ambos proyectos terminen entrelazándose. 


En esta fase primigenia les sustentan dos entidades públicas (Abadía y CDN). Un apoyo crucial para despegar y para apuntalar una inercia de cooperación. Ernesto Caballero ha abierto el Valle-Inclán para dar visibilidad a los títulos manufacturados en Usera. “Es una unión que ha nacido de forma natural a partir de líneas afines de investigación. Coincidimos plenamente en cuanto a objetivos y filosofía”, explica el director del CDN. De hecho, cuando tomó las riendas de la principal institución teatral del país, Caballero implantó los talleres Rivas Cherif, un refugio para equipos de exploración de potenciales montajes. 


Dentro de esa probeta se han gestado ya varias obras, como las pertenecientes al programa Escritos en la escena, en el que los autores escriben a pie de ensayo los textos (estos días se programa en el María Guerrero La ciudad oscura, de Antonio Rojano). Y otros experimentos están en marcha. José Ramón Fernández estudia hasta qué punto es viable trasladar a las tablas El laberinto mágico, los seis volúmenes que Max Aub dedicó a lo que él mismo llamó la ‘Gran Guerra Civil Española'. Nada menos. 

“Son más de 3.500 páginas que he dejado, con todo mi dolor, en unas 70. Creo que el mejor teatro de Aub está en estas novelas. Es portentoso cómo levanta un personaje en tres o cuatro líneas. Con tres trazos ya lo sientes respirar. Tenía oído musical para plasmar el habla de gentes de muy diversa índole. Es un texto rezumante de vida, que pide a gritos llevarse al escenario”, comenta Fernández a El Cultural, que tiene como principal cómplice en este empeño al propio Caballero (ya formaron tándem en La colmena científica o El café Negrín). Si la cosa cuaja, el monumento narrativo de Aub tendrá un hueco en la programación del CDN las próximas temporadas. Algo que dependerá en gran medida del dictamen del público. Para testar su reacción, los bosquejos dramáticos resultantes del laboratorio se montarán (con atrezo y vestuario reciclados de los fondos del CDN) entre el 10 y el 19 de abril en el Valle-Inclán. 

En esta labor de I+D escénico, casi extinguida en los últimos tiempos, es de justicia mencionar también la perseverancia de la Cuarta Pared. Hace seis años lanzaron sus laboratorios ETC. Cada temporada enriquecen su programación con los frutos de estos focos de fermentación de ideas (acabamos de ver Líbrate de las cosas hermosas que te deseo, Árbol adentro...). Es un proceso largo, que suele abarcar más de un año. Primero se abre una convocatoria para seleccionar autores. Normalmente, se les marca un área temática: Del yo al nosotros fue el lema de la presente temporada (pretendían detectar cómo influyen las inercias íntimas en las conductas sociales). Luego, a través de otro concurso, se escogen las compañías, que presentan candidaturas a partir de la pieza desarrollada por el dramaturgo. La sala les presta sus espacios y sus técnicos, y remunera a todos los implicados gracias una subvención del Inaem. Aparte de respaldar la escritura y la concreción escénica de las piezas, Cuarta Pared ha dado un nuevo paso para que estos embriones no se malogren. Ahora apoyan su producción con 5.000 euros para cada uno. 


¿Arte o industria?

Javier Yagüe, su director, apunta que son proyectos que no ofrecen retorno económico pero que son absolutamente necesarios para descubrir nuevos lenguajes. “Si no, repetiríamos siempre las misma fórmula. Tenemos muchos talleres que no desembocan montajes cerrados pero vislumbran nuevos caminos. Son como las investigaciones de medicamentos. Muchas no culminan con fármacos curativos pero son escalas previas imprescindibles para alcanzarlos. Nuestra labor es más bien de mecenazgo”. Y sentencia: “La rentabilidad inmediata aboca al teatro a una mecánica industrial. Y no es eso: estamos hablando de arte”. No lo perdamos de vista. 

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