Los Max de un teatro diferente


Fuente: Clara Morales Fernández (elpais.com) | Foto: Javier Naval
No hay grandes favoritos, ni grandes estrellas. Al espectador medio no le sonarán los nombres de los finalistas a mejor dirección y quizás no haya oído hablar de las obras candidatas a mejor espectáculo. La 18ª edición de los Premios Max (organizados por la Fundación Autor de la SGAE) será un galardón a ese otro teatro, ocurra lo que ocurra en la ceremonia de entrega este lunes y que se emitirá a las 20.00 en La 2 de Televisión Española. Es el teatro que investiga en nuevos lenguajes y trabaja con frecuencia de manera subterránea. El off que intenta dejar de serlo (al menos en la producción) y los profesionales que abandonan su hueco en la industria para lanzarse sin red.
Entre los candidatos al premio grande, el de mejor espectáculo teatral, hay un texto de un autor australiano desconocido (Cuando deje de llover, de Andrew Bovell) dirigido por el hasta ahora anónimo Julián Fuentes Reta. En la categoría de Mejor espectáculo revelación se han colado propuestas como Los nadadores nocturnos, una obra fragmentaria que aúna teatro textual, danza y música en directo. El Premio Nacional de Danza Chevi Muraday llega a los galardones con una pieza para espacios no convencionales, y en la categoría de Espectáculo Juvenil o Familiar se cuela La Joven Compañía, un proyecto de educación escénica integrado por menores de 25 años.
"Creo que esto evidencia un relevo. Y relevo no significa borrón y cuenta nueva, no nos pongamos tremendos. Significa que hay mas gente llegando, y ya está", valora Julián Fuentes. Una tendencia que ya comenzó a apreciarse el año pasado con la coronación de Un trozo invisible de este mundo (cuatro premios), de Juan Diego Botto y dirigida por Sergio Peris-Mencheta, pero que dista mucho de la edición de 2013, cuando Follies, de Mario Gas, se hizo con seis estatuillas luchando contra Alfredo Sanzol, Miguel del Arco y Juan Mayorga.
El relevo consiste también en una renovación del lenguaje. El triángulo azul, nominada a mejor espectáculo, narra a ritmo de vodevil y pasodoble la historia de los republicanos españoles apresados en los campos de concentración nazis. Cuando deje de llover viaja por una saga familiar a lo largo de un siglo, superponiendo épocas y lugares, en un inmenso espacio vacío y con recursos sonoros y de iluminación innovadores. Bosque Ardora, de Rocío Molina (el año pasado nominada en Espectáculo Revelación, este año en la categoría grande de danza) es una vuelta de tuerca más en la renovación del flamenco que construye la bailaora. "Han querido seleccionar espectáculos que no sean lo de siempre. Es ley de vida, dentro de cuatro años estarán haciendo hueco a los siguientes", señala la directora de escena de Los nadadores nocturnos, Carlota Ferrer.
El cambio de tendencia se explica, además, por un nuevo reglamento estrenado en 2014. Hasta entonces, eran los profesionales socios de la SGAE los que votaban, mientras que ahora lo hacen cinco tribunales. "Por lo menos, sabemos que han visto los espectáculos. Llegó un momento en que las votaciones eran un descrédito, no se votaba al mejor sino al más cercano", opina la dramaturga y directora Laila Ripoll, candidata a mejor dirección y autoría. Así, la elección no depende tanto de la capacidad de promoción de una obra entre los votantes. Espectáculos como El triángulo azul, que firma Ripoll (producido por el Centro Dramático Nacional pero estrenado en una de las salas más pequeñas del mismo), han podido abrirse paso gracias, entre otras cosas, a esta medida.
Aun así, ninguna de las obras mencionadas pertenece a ese teatro offque estrena en microsalas de Madrid o Barcelona. Cuando deje de llover contó con la producción del Teatro Español (como Un trozo invisible de este mundo el año pasado), Los nadadores nocturnos se programó también en una de sus naves. Además, todas ellas cuentan con grandes repartos (el de Cuando deje de llover triunfó en los Premios de la Unión de Actores), poco frecuentes durante los años de la crisis. Carlota Ferrer niega pertenecer al off en lo que refiere a los medios de producción. Y Fuentes le apoya: "Nuestros gastos de escenografía fueron bajos, pero eso no significa que un espectáculo no cueste dinero. Para poder pagar a un grupo de profesionales por su entrega, hace falta presupuesto".
Recibir un Max quizás facilite eso último. En plena preparación de giras para la próxima temporada y bolos de verano, todos consideran que un galardón facilitaría el trabajo. Ripoll (cuya obra está de gira sin ayuda del CDN) apunta que nada más conocerse la nominación ya recibieron alguna llamada, y Ferrer espera que los programadores "se atrevan". Que el cambio de tercio que indican los galardones llegue también a las salas.

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