Rodrigo García: “En Madrid me han despreciado siempre”


Fuente: Isabel Cuesta (elpais.com) | Foto: Marc Giron
En una gran pantalla decenas de cucarachas, muy juntas, mueven sus finas antenas. Su aspecto y el ruido de su caminar, amplificado por unos altavoces, convierte la experiencia en algo fastidioso y repulsivo. Mientras, una tortuga parece luchar por salir de dentro de un tambor transformado en acuario. De repente, su imagen agrandada es proyectada. Un animal agitándose en el agua con la cabeza estirada, buscando una y otra vez la salida.
Las imágenes en la obra de teatro Daisy, del argentino Rodrigo García y actual director del Centro Dramático de Montpellier, causan cierto repelús, cierta convulsión, un fruncir de cejas o un encogimiento de hombros. La Sala Verde de los Teatros del Canal acoge Daisy desde hoy y hasta el domingo, en el marco del Festival de Otoño a Primavera.
“Madrid es la única ciudad donde me han despreciado siempre, pateando en la sala y gritando insultos en todas y cada una de mis obras”, dice el autor. García empezó su carrera teatral en las salas alternativas de Madrid a finales de los ochenta, sin experiencia previa sobre las tablas ni como actor ni como director. Cuando llegó a la capital por primera vez, en la ola descendiente de la movida, su incursión en el teatro la motivó su observación del trabajo de artistas plásticos como Bruce Nauman, Jenny Holzer, Paul Mac Carthy, y su amistad y diálogo artístico con “la gente adecuada”, como Chete Lera o Juan Loriente. “Gracias a que ellos me explicaban cómo querían que fuese su vida, qué cosas amaban y qué les hacía rabiar, fui haciendo mis obras y haciéndome a mí mismo”, comenta García y añade: “Teníamos fuego cruzado noche y día, año tras año. Los medios de comunicación nos ninguneaban o maltrataban, los teatros importantes ni venían a vernos”.
Pero su reacción contra el teatro convencional no lo atribuye a la necesidad de rebelarse contra nada. “En aquel entonces apenas si frecuenté lugares como el Yastá, El Escueto o el Moroco. Ni tomaba drogas. Era un paleto inconsciente y para colmo, heterosexual”, dice de sí mismo. “La obra teatral con sus personajes y la manía de la representación, pasa en otro espacio y en otro tiempo. El teatro tradicional tiene algo horrible y es que te hace olvidar durante un par de horas de que estás vivo”, afirma.
En Daisy, los textos que interpretan los actores, Gonzalo Cunil y Juan Loriente, carecen de una línea narrativa, y podrían ser casi un elemento plástico que se superpone o cohabita con los objetos y animales sobre la escena. Sobre la imagen de las cucarachas dice: “Nadie las quiere. Y si nadie las quiere, yo las quiero. Hay animales que son evocadores, incluso los repugnantes”. Aparte de la tortuga, dos perros pequeños forman parte del montaje. García explica que trabaja desde lo visual con los intérpretes: “Hago dibujos, los muestro y los actores hacen algo parecido al dibujo”. Así, las escenas de todas su obras están construidas por el solapamiento de elementos visuales y sonoros.
“A inicios de los noventa, no existía un teatro contemporáneo de corte confesional en España. Quien hablaba de uno mismo se ocultaba tras un Hamlet o una Medea. Nadie decía: me llamo fulano y me pasa tal cosa. Esa puerta era imprescindible abrirla”, explica y relaciona su obra Carnicero español, que escribió por ese entonces, con un esfuerzo por romper con esa línea tradicional. García, de padres españoles, creció en Buenos Aires, y trabajó en la carnicería que era el negocio familiar.
Ahora con Daisy, el director dice “anular lo biográfico y confesional”, y afirma que pretende lograr algo más complejo: “Una reinvención del entendimiento. Daisy, como obra escrita, aspira a ocupar un podio en la carrera de la idiotez”, concluye.
García que es desde el 2014 el director del Centro Dramático de Montpellier logró el salto a la escena internacional por casualidad. A inicios de los noventa presentó en Buenos Aires la obra Conocer gente, comer mierda dentro de un festival Internacional, y After sun y Borges, en un teatro off. “Volvía a mi país donde nunca había mostrado mi trabajo. Fue un fracaso total. La gente que fue a ver la obra en el festival la detestaba y a las obras que hicimos en el teatro alquilado vinieron mi madre, un amigo de la infancia y dos personas que no conocía y que resultaron ser el director del Festival de Avignon y Sacha Waltz, coreógrafa de la Schaubühne. De ahí salieron los primeros contratos con el Festival y con Berlín”, recuerda el director. En la Schaubühne como director residente, García consolidó su obra dentro de lo que se conoce como el teatro posdramático, un lenguaje polifónico, donde varias disciplinas artísticas y escénicas se mezclan y la narrativa resulta de la asociación entre todos los elementos.
“Me siento afortunado de escapar con vida de esa trampa acultural que fue aquella España borrica. Se sucedían el PSOE y el PP… nada cambiaba, nunca llegó una persona con una visión contemporánea de las artes escénicas y un compromiso auténtico”. Pero recordar a Madrid como el territorio en el que el teatro contemporáneo sigue “enterrado vivo”, según García, no es lo peor para el director: “Lo peor es que había un pequeño bar donde iba a comer los caracoles y los callos, a pocos metros de la Filmoteca de Antón Martín, que ahora es uno de esos sitios cool , un garito muy in donde van incluso los turistas”.

“Sois rematadamente tontos” o el bogavante que murió sobre las tablas

En la obra de teatro Accidens, matar para comer el actor Juan Loriente cuelga a un bogavante vivo de unos hilos para matarlo y comérselo sobre la escena. Aunque este montaje de Rodrigo García era una producción de 2005 y había sido presentada en otros escenarios, al público parisino no le hizo gracia esta performance cuando la compañía de García presentó la obra a mediados de abril. Organizaciones ecologistas protestaron y, por medio de las redes sociales, se recogieron miles de firmas para que se suspendiera la función. El director también dejó sentir su reacción. En su página de internet (www.rodrigogarcia.es), lo primero que recibe al visitante es un ensayo de García titulado Sois rematadamente tontos. El director explica que el animal es cocinado sobre las tablas de acuerdo con las instrucciones del chef del restaurante La Rula de la localidad de Lastres en Asturias.
“Quiero decir que si en el mundo mueren en las mesas de restaurantes (y en casas también) unos cien mil bogavantes por día, resulta que el único que lo hace para una causa poética es el nuestro”, reza una parte del texto. Y remata: “Sois rematadamente tontos”

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